miércoles, 14 de noviembre de 2012

TANTO MONTA...


En el actual contexto de elecciones donde los partidos estampan sus lemas en plásticos y papeles por las calles de la ciudad y propagan sus mensajes políticos, ambigüamente simbólicos, por los medios me gustaría echar la vista atrás y hablar sobre un lema que ha calado muy hondo en la historia de España y que pervive en nuestra sociedad con un eco rancio de tiempos pasados, el mítico "Tanto monta..."

Isabel y Fernando se acercaron al umbral de la exuberancia simbólica perdurable con su esfuerzo por tener un emblema con el que la gente pudiera visualizar la nueva y revolucionaria concepción del poder. En un ingenioso ejercicio sobre el alcance de las contraseñas, los hombres de la corte interpretaron los deseos de la reina creando para ella un haz de flechas, que significa la unión de los reinos; además, la F era la inicial del nombre de su marido. Para Fernando eligieron el yugo, entre otros motivos porque contiene la letra Y, la inicial del nombre de su esposa. Así se creó el famoso emblema del yugo y las flechas, que aparece en todos los escudos de armas como el elemento identificador del reinado, y con el que se contrarrestó el efecto comunicativo entre el pueblo del emblema de Enrique IV, una granada de oro sobre verde, cuya intención simbólica quedaba aclarada en el lema que acompaña a la imagen: “agridulce es reinar”. A este mismo contexto paraheráldico y protoemblemático pertenecen por derecho propio el yugo y las flechas.
Las flechas de Isabel están unidas con el yugo de Fernando, ambas se extienden hacia una granada abierta, una fruta madura, como la ciudad del mismo nombre. Se acordó que sobre el emblema se colocase una divisa, un lema, según la costumbre del siglo XV. Los maestros de ceremonias no tuvieron dudas al respecto. Propusieron el lema “Tanto monto”. Pero ¿cuál es su significado? Se han ofrecido dos.
Primer significado, el popular, que atiende más al imaginario de una sociedad que al conocimiento de la emblemática europea. En este caso, la tradición popular necesita ampliar el lema para dar paso al famoso pareado que se ha repetido, y se repite, hasta la saciedad: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. El lema haría alusión al carácter paritario de la unión matrimonial de los Reyes Católicos, y significaría la manera de concebir un reinado donde la esposa y el marido consiguen un equilibrio perfecto. La gente lo ha querido ver así, incluso cuando bromea por el doble sentido del verbo “montar” en castellano: se precisa una realidad política que es tanto más real cuanto más se acerca la anulación de las formas tradicionales de la sumisión de las mujeres a los maridos, incluso en el caso de las reinas, siempre bajo la autoridad del macho que las somete a su voluntad.

La igualdad del gobierno de los Reyes Católicos convierte el lema en un reclamo hacia un hecho excepcional, inexplicable, que acerca aquellos años de su reinado a una eucronía de feliz memoria. Y esa interpretación se mantiene gracias sobre todo a la irritación que provoca en los eruditos que no entienden la pervivencia de un tópico que conculca los más elementales conocimientos de heráldica y emblemática referentes a la divisa y la empresa.
Las investigaciones de los eruditos sobre el lema han demostrado la inanidad de esa lectura popular. Y aquí aparece la encrucijada actual: ¿qué puede hacer el historiador profesional ante un caso semejante? ¿seguir irritado por la facilidad con la que se manipula el conocimiento del pasado, o, por el contrario, como sugiere Manuel Fernández Álvarez, aceptar la carga simbólica que tiene, para la gente común, el lema del reinado de los Reyes Católicos, e interpretar el “Tanto monto, monta tanto, Isabel como Fernando” como un fenómeno significativo?

Segundo significado, el erudito, el que se basa en el estudio de la heráldica y la emblemática de la época de los Reyes Católicos. El público general descubre con gradual sorpresa que el lema “Tanto monta” (así, sin añadidos) responde a una costumbre de la sociedad caballeresca de la Edad Media muy extendida entre aquellos nobles que pertenecían a alguna orden militar, como era el caso de Fernando, miembro de la Orden del Toisón de Oro, como su tío Alfonso el Magnánimo, o como su nieto Carlos V. Precisamente, un comentario a este último puso a los eruditos sobre la pista del verdadero significado del lema.
El 22 de enero de 1518 Alfonso de Zuazo escribió a Carlos V una carta en relación a la conquista de las Antillas, y en medio de ella insertó una observación en los siguientes términos: “ Éste es el verdadero nudo del Gordió, que el Rey Católico traía por divisa sobre sus armas”. Para Zuazo, como nos descubre Ruiz-Domènec, el lema “Tanto monta” es una mítica referencia a una de las leyendas más famosas de la Antigüedad, y que en la Castilla del siglo XV se conocía gracias al relato del historiador Quinto Curcio. Se trata del momento en que el macedonio Alejando Magno se encontró frente al desafío del nudo gordiano, un trozo de cuerda a las puertas de una ciudad de Asia Menor; quien lo desatara, según la leyenda, conquistaría el mundo. Alejandro decidió que era igual cortarlo que desatarlo: da lo mismo cortar que desatar el nudo alegórico de los problemas del Estado, porque lo que realmente importa es el resultado. Ese “da lo mismo” se convierte en lenguaje de la época en el “Tanto monta” de la divisa de Fernando, un caballero de la Orden del Toisón de Oro. ¿Quién se la sugirió? Al parecer fue el humanista Antonio de Nebrija quien le explicó a Fernando la anécdota de Alejandro, y probablemente quien le invitó a que la adoptase como divisa de sus armas.

El emblema y el lema son el signo de un reinado, el de un proyecto político que necesita por encima de cualquier cosa convencer a la sociedad. El hallazgo de Isabel afecta a la importancia concedida a las imágenes en el ejercicio del poder. Todas las formas artísticas de su reinado recibirán la huella de ese emblema y de ese lema y todas subsisten hoy en la memoria colectiva. Cualquier reflexión sobre esos signos nos remite a un hecho singular ocurrido casi cuatro siglos y medio después de su adopción por los Reyes Católicos, a la recuperación de esos signos en la década de 1930 por las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos, que más tarde adoptará la Falange.
Basta decir que en el emblema y el lema de los Reyes Católicos se vive el valor de un nuevo cambio estructural en la historia, de un nuevo amanecer, como se decía en la deriva poética de los himnos de la Falange Española de la JONS, en la convicción de que el reinado de Isabel y Fernando volvía a recuperarse en todo su espíritu, proyectando un destino manifiesto en lo universal, que entusiásticamente se vinculaba a las enigmáticas “montañas nevadas” de sus cánticos. Expresiones cargadas de realidad doctrinal. Ese mundo en el que las cosas, para ser, den ser también un reflejo del tiempo áureo de la historia de España que solo la Falange de la JONS, y después su heredero natural, el Movimiento Nacional del general Franco, fueron capaces de interpretar adecuadamente en todas las dimensiones esotéricas de su proceso alquímico. Es el mundo en el que seguimos viviendo, naturalmente, que nos rodea dese hace más de setenta años como una sombra invisible. Todo esto puede verse aún en algunos aspectos de la últimas exposiciones, donde el simbolismo providencialista de la época de los Reyes Católicos resulta tan notorio y se halla tan presente en algunos comentarios sobre la eternidad de la unión de las tierras hispánicas.

BIBLIOGRAFÍA:
M.Á. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza 1999
A. Alvar, Isabel la Católica, una reina vencedora, una mujer derrotada, Madrid, Temas de Hoy 2002   
A.Sesma, Fernando de Aragón. Hispaniarum rex, Zaragoza, Gobierno de Aragón 1992
J. Valdeón, Arte y cultura en tiempos de Isabel de Castilla, Valladolid, Ámbito 2003
J.E.Ruiz-Domènec, España, una nueva historia. Barcelona RBA 2006