En el actual contexto de elecciones donde los partidos estampan sus lemas en plásticos y papeles por las calles de la ciudad y propagan sus mensajes políticos, ambigüamente simbólicos, por los medios me gustaría echar la vista atrás y hablar sobre un lema que ha calado muy hondo en la historia de España y que pervive en nuestra sociedad con un eco rancio de tiempos pasados, el mítico "Tanto monta..."
Isabel y Fernando se acercaron al umbral de la exuberancia
simbólica perdurable con su esfuerzo por tener un emblema con el que la gente
pudiera visualizar la nueva y revolucionaria concepción del poder. En un
ingenioso ejercicio sobre el alcance de las contraseñas, los hombres de la
corte interpretaron los deseos de la reina creando para ella un haz de flechas,
que significa la unión de los reinos; además, la F era la inicial del nombre de
su marido. Para Fernando eligieron el yugo, entre otros motivos porque contiene
la letra Y, la inicial del nombre de su esposa. Así se creó el famoso emblema
del yugo y las flechas, que aparece en todos los escudos de armas como el
elemento identificador del reinado, y con el que se contrarrestó el efecto
comunicativo entre el pueblo del emblema de Enrique IV, una granada de oro
sobre verde, cuya intención simbólica quedaba aclarada en el lema que acompaña
a la imagen: “agridulce es reinar”. A este mismo contexto paraheráldico y
protoemblemático pertenecen por derecho propio el yugo y las flechas.
Las flechas de Isabel están unidas con el yugo de Fernando,
ambas se extienden hacia una granada abierta, una fruta madura, como la ciudad
del mismo nombre. Se acordó que sobre el emblema se colocase una divisa, un
lema, según la costumbre del siglo XV. Los maestros de ceremonias no tuvieron
dudas al respecto. Propusieron el lema “Tanto monto”. Pero ¿cuál es su
significado? Se han ofrecido dos.
Primer significado, el popular, que atiende más al
imaginario de una sociedad que al conocimiento de la emblemática europea. En este
caso, la tradición popular necesita ampliar el lema para dar paso al famoso
pareado que se ha repetido, y se repite, hasta la saciedad: “Tanto monta, monta
tanto, Isabel como Fernando”. El lema haría alusión al carácter paritario de la
unión matrimonial de los Reyes Católicos, y significaría la manera de concebir
un reinado donde la esposa y el marido consiguen un equilibrio perfecto. La gente
lo ha querido ver así, incluso cuando bromea por el doble sentido del verbo “montar”
en castellano: se precisa una realidad política que es tanto más real cuanto
más se acerca la anulación de las formas tradicionales de la sumisión de las
mujeres a los maridos, incluso en el caso de las reinas, siempre bajo la
autoridad del macho que las somete a su voluntad.
La igualdad del gobierno de los Reyes Católicos convierte el
lema en un reclamo hacia un hecho excepcional, inexplicable, que acerca
aquellos años de su reinado a una eucronía de feliz memoria. Y esa
interpretación se mantiene gracias sobre todo a la irritación que provoca en
los eruditos que no entienden la pervivencia de un tópico que conculca los más
elementales conocimientos de heráldica y emblemática referentes a la divisa y
la empresa.
Las investigaciones de los eruditos sobre el lema han
demostrado la inanidad de esa lectura popular. Y aquí aparece la encrucijada
actual: ¿qué puede hacer el historiador profesional ante un caso semejante?
¿seguir irritado por la facilidad con la que se manipula el conocimiento del
pasado, o, por el contrario, como sugiere Manuel Fernández Álvarez, aceptar la
carga simbólica que tiene, para la gente común, el lema del reinado de los
Reyes Católicos, e interpretar el “Tanto monto, monta tanto, Isabel como
Fernando” como un fenómeno significativo?
Segundo significado, el erudito, el que se basa en el
estudio de la heráldica y la emblemática de la época de los Reyes Católicos. El
público general descubre con gradual sorpresa que el lema “Tanto monta” (así,
sin añadidos) responde a una costumbre de la sociedad caballeresca de la Edad
Media muy extendida entre aquellos nobles que pertenecían a alguna orden
militar, como era el caso de Fernando, miembro de la Orden del Toisón de Oro,
como su tío Alfonso el Magnánimo, o como su nieto Carlos V. Precisamente, un
comentario a este último puso a los eruditos sobre la pista del verdadero
significado del lema.
El 22 de enero de 1518 Alfonso de Zuazo escribió a Carlos V
una carta en relación a la conquista de las Antillas, y en medio de ella
insertó una observación en los siguientes términos: “ Éste es el verdadero nudo
del Gordió, que el Rey Católico traía por divisa sobre sus armas”. Para Zuazo, como
nos descubre Ruiz-Domènec, el lema “Tanto monta” es una mítica referencia a una
de las leyendas más famosas de la Antigüedad, y que en la Castilla del siglo XV
se conocía gracias al relato del historiador Quinto Curcio. Se trata del
momento en que el macedonio Alejando Magno se encontró frente al desafío del
nudo gordiano, un trozo de cuerda a las puertas de una ciudad de Asia Menor;
quien lo desatara, según la leyenda, conquistaría el mundo. Alejandro decidió
que era igual cortarlo que desatarlo: da lo mismo cortar que desatar el nudo
alegórico de los problemas del Estado, porque lo que realmente importa es el
resultado. Ese “da lo mismo” se convierte en lenguaje de la época en el “Tanto
monta” de la divisa de Fernando, un caballero de la Orden del Toisón de Oro.
¿Quién se la sugirió? Al parecer fue el humanista Antonio de Nebrija quien le explicó
a Fernando la anécdota de Alejandro, y probablemente quien le invitó a que la
adoptase como divisa de sus armas.
El emblema y el lema son el signo de un reinado, el de un
proyecto político que necesita por encima de cualquier cosa convencer a la
sociedad. El hallazgo de Isabel afecta a la importancia concedida a las
imágenes en el ejercicio del poder. Todas las formas artísticas de su reinado
recibirán la huella de ese emblema y de ese lema y todas subsisten hoy en la
memoria colectiva. Cualquier reflexión sobre esos signos nos remite a un hecho
singular ocurrido casi cuatro siglos y medio después de su adopción por los
Reyes Católicos, a la recuperación de esos signos en la década de 1930 por las Juntas
de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos,
que más tarde adoptará la Falange.
Basta decir que en el emblema y el lema de los Reyes
Católicos se vive el valor de un nuevo cambio estructural en la historia, de un
nuevo amanecer, como se decía en la deriva poética de los himnos de la Falange
Española de la JONS, en la convicción de que el reinado de Isabel y Fernando
volvía a recuperarse en todo su espíritu, proyectando un destino manifiesto en
lo universal, que entusiásticamente se vinculaba a las enigmáticas “montañas
nevadas” de sus cánticos. Expresiones cargadas de realidad doctrinal. Ese mundo
en el que las cosas, para ser, den ser también un reflejo del tiempo áureo de
la historia de España que solo la Falange de la JONS, y después su heredero
natural, el Movimiento Nacional del general Franco, fueron capaces de
interpretar adecuadamente en todas las dimensiones esotéricas de su proceso
alquímico. Es el mundo en el que seguimos viviendo, naturalmente, que nos rodea
dese hace más de setenta años como una sombra invisible. Todo esto puede verse
aún en algunos aspectos de la últimas exposiciones, donde el simbolismo
providencialista de la época de los Reyes Católicos resulta tan notorio y se
halla tan presente en algunos comentarios sobre la eternidad de la unión de las
tierras hispánicas.
BIBLIOGRAFÍA:
M.Á. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos,
Madrid, Alianza 1999
A. Alvar, Isabel la Católica, una reina vencedora, una mujer
derrotada, Madrid, Temas de Hoy 2002
A.Sesma, Fernando de Aragón. Hispaniarum rex, Zaragoza,
Gobierno de Aragón 1992
J. Valdeón, Arte y cultura en tiempos de Isabel de Castilla,
Valladolid, Ámbito 2003
J.E.Ruiz-Domènec, España, una nueva historia. Barcelona RBA
2006