sábado, 19 de enero de 2013

CASTILLA: ESTRATEGIA MATRIMONIAL Y ÉPICA


La nobleza de los condes de Castilla en el siglo X no es una nobleza de estirpe goda o atraída por el espíritu de recuperación del reino de Toledo; es una nobleza montaraz, que no acepta dar razones o justificaciones. La leyenda de Fernán González, el emblema de la estirpe, significa que la legitimidad se adquiere en el campo de batalla como en Simancas, donde derrota a las tropas de Abd al Rahmân III, en la concesión de fueros como el de Sepúlveda o en el valor de la costumbre sobre el viejo derecho godo. Por lo demás, ser conde de Castilla es un nombre, no un blasón, por mucho que la épica posterior lo intentase. Es una herencia, de la que un individuo solo es un vehículo de un complejo proyecto nacional al sur del río Ebro. Y, como tal, exige la creación de una red de alianzas matrimoniales, unas acertadas, otras no tanto, que consoliden el poder sobre la tierra y sus castillos. Así se perpetúa la aristocracia del siglo X, que solo puede renunciar al intercambio de esposas renunciando a sí misma. Por ello, Fernán González sufrirá en los primeros años la indiferencia de sus vecinos y la prepotencia de los reyes de León que le inmovilizan en su papel de conde soberano de una Castilla independiente. Por el contrario, en la madurez, cuando el uso de las armas le ha consagrado como campeón de la zona, el fondo de su política es una inclinación al intercambio matrimonial, primero con el condado de Ribagorza, donde buscará una esposa para su primogénito García Fernández: la soberbia Ava, la dama que configura la dinastía al conseguir que sus cinco hijas, Mayor, Urraca, Elvira, Toda y Oneca, apuntalen la política de su hermano Sancho García atrayendo a sus cuñados a la causa castellana.
El futuro de Castilla según Sancho García se vincula a las dos potencias emergentes, el reino de Navarra y el condado de Barcelona, lo que supone el final anunciado de León como referente de la lucha contra el califato. Desde el monasterio de San Salvador de Oña, fundado por él en 1011, el conde Sancho observa el misterio primordial del poder surgido de la revolución feudal: el valor del doble matrimonio de sus hijas, la mayor, Muniadona con Sancho III Garcés y la menor, Sancha, con Berenguer Ramón I. Lo que él no podrá hacer lo harán sus poderosos nietos, García Sánchez de Navarra, Fernando de Castilla y León, Gonzalo de Sobrarbe (de su hija mayor) y Ramón Berenguer I (de su hija menor). Sancho García participó con devoción en la ceremonia que legitima el sistema feudal: la donación de las hijas a poderosos jefes de linaje, el reconocimiento de la herencia como un hecho seminal. Para aquellas ocasiones, las abuelas tenían guardados en arcones vestidos de seda, adornados de encajes y pedrería. En la solemnidad de la boda, el conde Sancho presenta subrepticiamente su concepción política. Y con la entrega de sus hijas a Sancho el Mayor de Navarra y a Berenguer Ramón de Barcelona apuesta por una realidad que sigue inexplicada, pero que servirá de guía tanto a él como a sus hijos la herencia de los sentimientos castellanos se transmite de igual modo por la línea masculina que por la femenina. Los hijos de sus hijas llevarán esa herencia en sus venas, se forjarán en los ideales cuando la dinastía y el nombre de Fernán González sea solo una leyenda. Los nobles que regentaban los castillos de la frontera, cerca del río Ebro, preparaban en silencio la llegada de lo inaudito unos años antes, indicando que Fernando, el hijo de la hija mayor de Sancho, Muniadona, sería el nuevo conde de Castilla; el hecho de que se proclamara rey es el indicio de que él tomaría el papel de azote del las tierras del califato de Córdoba; de ahí a desafiar y derrocar al rey de León, su cuñado, Bermudo III, sólo hay unos meses, los que van del matrimonio de Bermudo con Jimena, hija del difunto conde García, a la Batalla de Tamarón en la que Bermudo muere a manos de los castellanos. Jimena optará por la decisión fácil de una viuda de estirpe castellana, ceder el reino de León a su hermano Fernando culminando el proyecto de su bisabuelo. 


BIBLIOGRAFÍA:
SÁNCHEZ CANDEIRA, Alfonso (1999), Castilla y León en el siglo XI. Estudio del reinado de Fernando I, Madrid, Real Academia de la Historia
Ruiz-Domènec, José Enrique (2009), España, una nueva historia. RBA libros Barcelona