martes, 24 de mayo de 2011

ORO, INCIENSO Y MIRRA


El icono que mejor refleja el paso del mundo clásico a Europa está en el baptisterio de Florencia, a escasos metros de la catedral construida por Giotto y culminada por Brunelleschi con su cúpula. Dante dijo que el baptisterio se levantó sobre el antiguo templo de Marte, el dios protector de la ciudad; la arqueología ha desmentido esa leyenda, al seguir la línea de la muralla. Probablemente fue una torre de defensa, la única intacta tras el ataque del ostrogodo Totila. De esa construcción octogonal, cuyas puertas son un bello ejemplo de la escultura renacentista, me detengo en un mosaico del ábside, que representa a los Reyes Magos ante la Virgen y el Niño en el portal de Belén, con los regalos que le llevarón, oro, incienso y mirra: de Oriente llegó el reconocimiento de la divinidad de Jesús.
El gesto de los Reyes Magos construyó Europa. La costumbre de celebrar la Navidad el 25 de diciembre se instauró el año 353 bajo el Papa Liberio, posiblemente para absorber el festival del nacimiento de Mitra de la roca madre, (el Dios Sol de origen persa adoptado por Roma en el 62 a. C.) al comienzo del solsticio de invierno, y de ese modo Cristo podía ser reconocido como el Sol naciente. El mejor complemento de esa idea es que unos sabios de Oriente se postraran ante el nuevo Rey del mundo. El mejor día para hacer la visita era el 6 de enero, ya que en Alejandría, la capital cultural de la época, era la fecha de la presentación de nuevo Aion a Core, la virgen, identificada con Isis, de quien la brillante estrella Sirius, elevándose en el horizonte, había sido durante milenios el signo esperado.
Entre el 25 de diciembre y el 6 de enero se detiene el tiempo lineal para regresar al tiempo cíclico, al enterno retorno de un hecho que fundamenta la razón de ser de Europa. Tiempo de paz, de reuniones familiares, de voluntad de mejora, de regeneración. La noche que antecede al 25 de diciembre, nochebuena, la misma que elegirá Carlomagno para hacerse coronar por el Papa Leon III, marca el punto de partida de un ritual que, al cabo, celebra el encuentro entre Oriente y Occidente.
El gesto de León III tendrá consecuencias inesperadas para el Papado en el siglo XI cuando los emperadores germánicos pretendan ocupar el espacio del Vicario de Dios como cabeza visible de la Iglesia.  El cesaropapismo alcanza su cima con Enrique III (1039-1056). Este rey era un verdadero dispensador de cargos eclesiásticos y obligó al Papa Gregorio VI a convocar el Concilio de Pavía y el Sínodo de Sutri, en el 1046.

Bibliografía

L´alba della teologia musulmana, J.Van Ess.
El Crisol de Dios. El Islam y el nacimiento de Europa (770-1215) David Levering Lewis
Carlomagno un padre dell´Europa A. Barbero
Europa, las claves de su Historia José Enrique Ruiz-Domènec

sábado, 21 de mayo de 2011

DE LA LITERATURA Y EL AMOR EN LA EDAD MEDIA

Una lectura atenta de los sermones de Jacques de Vitry sugiere que, desenmascarados por la aguda observación del canónigo, los parisinos del siglo XIII dejaban mucho que desear an todo lo referente a su conducta sexual. Ni sentían remordimientos morales, ni se frenaban ante los placeres del cuerpo. El fabliau "la damoiselle qui ne pooit oïr parler de foutre" encierra es su seno los argumentos necesarios para esclarecer el dilema moral de la sociedad. La sexualidad, cuando se asocia al matrimonio, se convierte en un pecado. ¿Es por ese montivo que esta muchacha se desmaya cada vez que oye hablar de que alguien desea foutre con ella? ¿Cómo conjugar deseo y culpa?
En una de las primeras respuestas inteligentes a ese dilema moral, el Roman de la Rose (1225-1230), Guillaume de Lorris observó que las novelas artúricas habían creado una expectación excesiva sobre el adulterio como vehículo de la realización sentimental de las mujeres y los hombres. Esa preocupación desencadena el relato, donde un hombre joven, subyugado por el narcisismo, aspira a conquistar el objeto de su deseo, mujer, diosa o rosa, dando paso a una sexualidad ambigua. Lorris refuerza su mensaje con la descripción de un momento de especial significado.
El protagonista de la novela elogia a Ociosa por haberle conducido hasta el jardín donde habita la Rosa, deslizando en ese momento la siguiente confesión: "debería tenerla por amiga ya que me abrió la puerta de aquel vergel lleno de árboles". Estos versos más parecen de un donjuán romántico que de un caballero cortés en busca de aventuras galantes. El joven amador se merece hasta el fondo el sarcasmo del poeta, que pone en su boca las palabras con las que finaliza la obra. "Pues nadie jamás podría aliviarme, si un día perdiera vuestro antiguo amor: solamente en vos puso mi esperanza".
El problema de ese joven, y de toda su genereación, es que, como buen amador, no obstante sus intentos de abandonar esta condición que le hace frágil ante las mujeres, no puede acceder totalmente a lo que anda buscando, un matrimonio favorable a sus intereses sociales pero cubierto del manto del amor. Esa idea se abrió paso en la sociedad europea y consolidó la vida conyugal gracias a la dote de las mujeres casaderas. Los nuevos ricos, que habían amasado grandes fortunas en el comercia internacional, dotaron con sumas escandalosas a sus hijas con el fin de encontrar un esposo de la buena sociedad, cada vez más arruínada por los excesivos gastos de un tren de vida inútil pero necesario para ellos. Llegados a este punto,los muchachos de la alta sociedad urbana se parecen cada vez más a los caballeros de las novelas artúricas, a los Yvain en busca de una esposa con tierras.


Bibliografía
La ambición del amor, Historia del matrimonio en Europa. José Enrique Ruiz-Domènec
Europa las claves de su historia. José Enrique Ruiz-Domènec
L´amour et l´Occident. Denis de Rougemont
Barbarolexis. Medieval Writing and Sexuality Alexandre Leupin

martes, 17 de mayo de 2011

LA CRUZADA DE LOS POBRES

Malos Presagios
La batalla de Manzikert, en 1071, convulsionó al mundo. Y en lugar de recibir ayuda de la cristiandad, los bizantinos tuvieron que defenderse de los ataques de los normandos a Bari, ciudad que conquistaran el 5 de agosto de ese mismo año, poniendo fin a la presencia imperial en Occidente. La pérdida de Anatolia significaba desde luego un duro golpe para la díficil estabilidad de Bizancio, así como una señal de peligro inminente sobre la propia capital. Una generación vivió bajo los efectos de esa derrota ocurrida en tierras de Armenia. El islam había llegado al mar Negro y todo indicaba que el siguiente objetivo era Constantinopla.


Lo que conocemos como "primera cruzada" se presentó en realidad como un nudo de acontecimientos en el que, en el espacio del lustro que va de 1095 a 1100, parecieron converger y encontrar su solución una serie de elementos estructurales a largo y medio plazo. La expedición emprendida en 1095-1096 está vinculada por un lado a la peregrinación a Jerusalén, y por otro a la tradición del servicio militar mercenario de los caballeros occidentales (sobre todo normandos). Pero también es un episodio militar que, en términos más amplios, repite otros análogos que tuvieron lugar a lo largo del siglo en España, Sicilia, África y Anatolia. Resultado de un evidente y notorio incremento demográfico, representa acaso el primer episodio moderno de irrupción —si no de las masas, sí de multitudes— en la historia. A la manera de un amplio movimiento de reorganización comercial, se encuentra en la base del experimento "colonial" de los principados libres de Siria y de los barrios de las ciudades marítimas latinas en los puertos de Levante.
 
El concilio de Clermont
En el concilio de Clermont se trataron diversos problemas relacionados con la disciplina eclesiástica de Francia, pero al final, el 27 de noviembre, Urbano II hizo un discurso en presencia no sólo de los prelados, sino también de muchos laicos allí congregados, y, sobre todo, de los milites (miembros de los turbulentos grupos feudo-caballerescos, hechos a las guerras intestinas).
Del discurso de Urbano nos han llegado sólo cinco versiones, todas indirectas y obra de otros tantos cronistas, más algún que otro testimonio ocular, aunque no son de fiar porque datan de mucho después, cuando Jerusalén ya había sido conquistada. Así pues, es de suponer que los acontecimientos posteriores influenciaron la memoria de los autores, induciéndoles a falsear las palabras del papa. Según sus testimonios, el pontífice exhortó a los soldados presentes a favorecer el proceso de pacificación en curso en Francia —mediante un sereno desarrollo del país— no deponiendo las armas, sino aceptando la invitación de los cristianos orientales que necesitaban aquellas armas para repeler el peligro turco. Aquellos "cristianos orientales" eran, en concreto, el basileus y los bizantinos. La situación en Anatolia y en el vecino oriente era casi desconocida en la Francia de aquel tiempo. En cambio sí se conocían las vicisitudes españolas —si bien gracias a la poesía épica— y las dimensiones de la guerra contra los musulmanes, de los que no se sabía bien la fe que profesaban, pero a los que se tenía por "paganos" y "enemigos de la Cruz". El itinerario militar propuesto por el papa se atenía objetivamente al de la peregrinación a Jerusalén. Era prácticamente imposible que en Clermont el papa hubiera planteado la hipótesis de la conquista armada de la ciudad. En aquel entonces, era corriente que los aristócratas fueran en peregrinación a Tierra Santa, y a menudo dichos viajes recordaban a pequeñas incursiones militares, dada la inseguridad de los parajes por los que transitaban.
La convocatoria fue un éxito: fueron muchos —y no sólo guerreros— los que se cosieron en la pechera el símbolo de la peregrinación (una cruz roja de tela) y proferían el grito de "¡Dios lo quiere!". Se determinó que la salida del contingente tendría lugar al verano siguiente, pero mientras tanto fueron pasando otras vicisitudes.

Pedro el Ermitaño
Lo que Urbano II no llegó a pensar, o mejor dicho, no se atrevió a formular (una expedición oriental ya estuvo en los proyectos de Gregorio VII), lo dijeron explícitamente, de modo violento o confuso, multitud de "profetas", predicadores errantes, a menudo al límite de la disciplina eclesiástica, que en aquellos años de renovación, pero también de crisis, vislumbraban señales del fin de los tiempos, de la llegada del Anticristo y la proximidad del Juicio Universal.
La tradición romántica nos ha movido a imaginar un nombre y una figura descollante en aquel universo de predicadores alucinados: el monje vagabundo Pedro de Amiens, más conocido como Pedro el Ermitaño. No hay razón para creer que se trate de un personaje imaginario. En realidad es sólo uno, si bien el más famoso, de muchos predicadores itinerantes y sospechosos (muchos de los autores de la reforma de la Iglesia escapaban al control de la autoridad jerárquica) que recorrían los caminos de los peregrinos y los mercados hablando del fin del mundo, de la llegada del Anticristo, de la cercanía del Juicio Universal. Los autores de la reforma habían explotado aquellos afanes "populares", aquellas instancias en cuya base se encontraba el sueño de una Iglesia pobre y pura. Sin embargo, ahora que se había logrado el control de la Iglesia, tenían interés en extinguir aquellas voces.

Los pobres caballeros
Hubo, en vísperas de la expedición y durante sus preparativos, muchos predicadores como Pedro. De algunos de esos "pobres caballeros" que le apoyaron (¿o le utilizaron?) sabemos incluso los nombres. Esos "profetas" autorizados o tolerados por la Iglesia recorrieron Francia, Germania y puede que la Italia septentrional, en aquel tiempo ya tierra de vigorosa e incipiente cultura cívica, de bulliciosas tensiones urbanas, de extremadas pasiones religiosas al borde de la herejía. Ahora que los prelados reformadores parecían haber ganado la batalla eclesiástica, al sustraer a la Iglesia de la interferencia del poder aristocrático e imperial, los tiempos parecían maduros. El mundo había llegado a la conclusión de su historia, el reino de los Cielos estaba próximo. En Jerusalén se había de cumplir la parusía —es decir, la segunda venida de Cristo— y, obviamente, era necesario personarse allí.
Se organizaron tropas de peregrinos sumariamente armados durante el año 1096, a las que siguieron los "profetas", y muchos miembros desarraigados de la caballería, los "pobres caballeros". Grupo heterogéneo éste de los "pobres caballeros", que reunía aventureros en busca de nuevas tierras y de presas fáciles con sinceros convertidos ansiosos por llevar a buen fin su crisis religiosa. En ese contexto se dieron numerosas matanzas de las comunidades hebreas a lo largo de las cuencas de los ríos Reno y Danubio, que la turba rumbo al este fue encontrándose por el camino. Se tenía a la conversión de los judíos como el primer paso para la unión final de todas las gentes, supuesto de la segunda venida de Cristo. Por otra parte, circulaban rumores por Europa acerca de la amistad entre hebreos y musulmanes, acaso reflejo lejano de la realidad española. Y también, en las ciudades que recorrían los peregrinos, hubo intereses por atizar el fuego, pues se estaban organizando los primeros núcleos de la futura burguesía urbana, que tramaban suplantar a los judíos en la actividad crediticia y en su relación privilegiada, especialmente en Germania, con reyes y obispos.
El desorden acarreó más desorden. Los "cruzados populares" fueron atacados, hostigados y dispersados primero por las milicias episcopales de las ciudades que perjudicaban a su paso, como las tropas del rey de Hungría, a quien no le hizo ninguna gracia que aquella multitud indisciplinada cruzara por sus tierras. Por otra parte, la cristianización de los húngaros, un siglo antes, había sido la llave que había abierto el camino de Europa hacia Constantinopla y Jerusalén.El rey húngaro Coloman no se sustrajo a su deber de custodiar y garantizar el camino recorrido por los peregrinos, y así aquella tropa improvisada de pauperes consiguió pasar a Constantinopla en sucesivas oleadas, en el verano de 1096. El emperador se apresuró a procurarles los medios para que cruzaran el Bósforo. A finales del mes de octubre, y ya en territorio asiático, fueron masacrados por los turcos. Pedro de Amiens y unos pocos supervivientes lograron regresar a Constantinopla en otoño, justo a tiempo para encontrar a las tropas de los barones. Durante toda la cruzada, Pedro siguió encarnando su papel propagandístico
Jerusalén fue tomada el viernes 15 de julio de 1099 y Pedro se convirtió en capellán del ejército victorioso. Su sermón en el Monte de los Olivos precedió al saqueo de la ciudad y a la matanza de sus ciudadanos desarmados, musulmanes y judíos
Al regresar a Europa fundó la abadía de Neufmoustier cerca de Lieja, donde falleció en 1115. De la "cruzada popular" poco más se salvó, si acaso el recuerdo de algunos de sus cabecillas, como aquel Emich de Leiningen tristemente famoso por sus feroces masacres de hebreos —comunidad que tanto sufriría también en estos desgraciados episodios históricos—, que parece haber inspirado una leyenda que ha pasado al folclore tedesco y posteriormente a las fábulas de Grimm: el pavoroso cuento de El flautista de Hamelin.

Bibliografía
-Amin Maalouf, "Las cruzadas vistas los árabes"
-Geoffrey Hindley, "Las Cruzadas - Peregrinaje Armado y Guerra Santa"
-Ibn al-Qalanisi, Dhail or Mudhayyal Ta'rikh Dimashq (La Crónica de Damasco de las Cruzadas)
-José Enrique Ruiz-Domènec "Palestina, pasos perdidos"
-Riley-Smith, Jonathan. The First Crusade and the Idea of Crusading

lunes, 16 de mayo de 2011

CONCURSO MEDIEVALQUIZZ

Reflexionando sobre el  momento en el que me propuse la creación de este Blog como método de difusión de la cultura, las leyendas y obras de arte que nos ha dejado ese periodo entre los siglos IV y XV, que los estudiosos han denominado Medievo, pensé que la forma más correcta de compartir la cultura es dar a conocer al amplio público los textos que normalmente se esconden en los anaqueles de las librerías y bibliotecas. Que únicamente son consultados cuando los exámenes apremian. Los Le Goff, Bloch, Duby o los nacionales Ruiz-Domènec, Barceló y Sobrequés esperan a que una mano deseosa de conocimiento sostenga el peso del discurso acuñado con esfuerzo y dedicación de unos hombres y mujeres que se propusieron iluminar las tinieblas de aquel concepto que los bárbaros sajones llamaron Dark Ages y rescatar el conocimiento otrora valorado

Seria un necio al pensar que la simple mención obraría el milagro de la difusión de estos textos por lo que he decidido ponerlos a la disposición de aquellos ávidos de conocimiento por medio de un concurso de temática histórica para aquellos con vocación de investigador.
Cada semana haré una pregunta y los acertantes podrán ganar libros escogidos de los mejores historiadores de todos los tiempos mediante un sorteo.

Como la función de este Blog es, sobretodo, divulgativa os invito a todos a enviarme artículos de investigación relacionados con el periodo que creáis que pueden aportar conocimiento a la comunidad y humildemente los leeré para darles cabida en este vuestro espacio.

domingo, 15 de mayo de 2011

LA HEREJÍA EN OCCIDENTE EN EL SIGLO XI.

Una vez pasadas las convulsas incursiones vikingas (los vikingos se convierten al cristianismo en el siglo X, pasando a llamarse normandos), la relativa paz de que goza Europa incrementó los intercambios comerciales, el peso de artesanos y comerciantes en el conjunto de una , mutatis mutandis, incipiente economía que de manera tímida se habría paso. Esta nueva situación avivó las ansias de reforma de las estructuras eclesiales, lo que trajo consigo algunos episodios heréticos dignos de mención:

a) Leutardo, labrador nacido en Vertu, cerca de Chalons-sur-Marne, predica alrededor del año 1000. Este campesino, después de haber tenido un sueño en el cual unas abejas le penetraban en el cuerpo entrando por el escroto, abandona a su mujer por mandato divino, dirigiéndose a la iglsia de su ciudad para romper el crucifijo. Su doctrina ( si es que podemos llamarla así) consitía en la no obligatoriedad de pagar diezmos. Esta idea sería, seguramente, bien recibida por sus coetáneos. Además empleaba una lectura selectiva de los libros proféticos ( la bíblia hebrea se divide el la tora o libros históricos, nebbin o libros proféticos y los ketubim o otros libros, sapienciales, poéticos, sabiduría etc). Leutardo afirmaba que los profetas habían predicado determinadas doctrinas para ser creídas y otras no.
El obispo del lugar, de manera inmediata denunción como heréticas (además de excéntricas) las afirmaciones de este predicador religioso y agitador social. Luetardo se suicidó o lo suicidaron, aunque algunos partidarios suyos siguieron predicando el rechazo del matrimonio y de la propia iglesia jerárquica, así como la veneración a la cruz, los sacramentos y las imágenes (estos extremos de su doctrinas no pueden ser confirmados a la luz de las crónicas que han llegado hasta nosotros).

b) En 1022, un grupo de monjas,canónigos de la iglesia de la Santa Cruz, y mujeres seglares, mienbros de la nobleza y un antiguo confesor de la reina de Francia, en la ciudad de Orleans dan lugar a un episodio herético mejor documentado que el anterior.
Parece que participaban de ciertas creencias gnósticas: mediante una ascesis consistente en un ritual de iniciación con imposición de manos, se ascedía a un conocimiento restringido que limpiaba de todo pecado y otorgaba la comprensión del sentido pleno de las Sagradas Escrituras.El corpus de sus creencias, cercano a otros movimientos hréticos anteriores que habían recibido influencias semejantes, consistía en el rechazo de la maternidad y virginidad de María; el cuerpo de Cristo era de naturaleza divina y no mortal (docetismo); negaban la validea y eficacia de los sacramentos; rechazaban el orden episcopal y la misa; rechazaban la penitencia. todas stas creencias eran fruto de su esquema de carácter gnóstico, ya que aquel que había ascedido a un conocimiento superior y pleno, también se encontraba en otro nivel de la existencia a salvo del pecado y de las tentaciones terrenales. Por tanto, este conocimiento dotba al ser humano de una capacidad de visión e iluminación que hacia innecesaria para su salvación la existencia de la Iglesia y los sacramentos.
Como los Bogomilos, parece, según algunas fuentes, que el grupo de Orleans participaba de las ideas encratitas (condena del matrimonio) y de la abtención de comer carne.

c) El tercer brote herético, parece estar protagonizado por hombres de ciudad con un escasa instrucción. En Italia tiene su ámbito de predicción un tal Gundulfo. Este predicador itinerante se desplazaría hasta tierras de Lieja y Arrás para conseguir prosélitos. Su doctrina era semejante en algunos puntos al brote sectario de Orleans: condena de los sacramentos, rechazo del bautismo, de la misa , de la penitencia y la confesión. Rechazaron todos los elementos materiales utilizados por la Iglesia desde el uso de los edificios hasta los altares.Condenaron la veneración a la cruz y a las imágenes de Cristo, de la virgen o de los santos. En lugar de todo lo anterior proponían la salvación en función de la práctica moral. Por tanto, esta concepción de la salvación ligada a la responsabilidad individual, presagiaba de alguna forma, de manera muy matizada, el conflicto luterano, rechanzando la mediación eclesial y sacramental. Este rechazo a los sacramentos se extendería por toda Europa Occidental como idea común por diversas razones: la vida poco edificante de quien los administraba; la ineficacia del perdón y la penitencia, ya que los pecados se repiten durante toda la vida.
Estas ideas se extendieron a Arrás, donde aún se extremo su sesgo rigorista, llegando sus adeptos a desestimar cualquier autoridad clerical, incluyendo a los confesores; sólo los mártires y los apóstoles gozaban de este aprecio. Los casados no podían salvarse, ya que cualquier apetito material y carnal era contrario a su interpretación evangélica de la santidad de vida.Por último, redujeron las Sagradas Escrituras a algunos preceptos de los evangelios y de las cartas apostólicas.
El ordinario del lugar (obispo de Arrás) convoco un sínodo provincial con objeto de clarificar la doctrina de este grupo y sus errores.

d) El cuarto episodio herético de cierta relevancia se produjo en Italia (Piamonte) tres años más tarde. En el Castillo de Monforte. Parece en principio, en virtud de algunas crónica que han llegado a nosotros que el brote sectario procedería "de fuera de Italia de algún lugar desconocido dl mundo". En función de las semejanzas sociales y en cuanto a la doctrin existente entre este brote y el grupo de Orleans no es descartable una influencia directa procedente de Francia. De hecho las ideas rigoristas y gnósticas de este grupo de sectarios italianos así parece probarlo.
Negaban la válidez y eficacia de los sacramento, así como su institución por parte de Cristo. La absolución de los pecados dependía de la austeridad y santidad de vida, ya que esta era concedida por el Espíritu mismo a cada creyente, con lo cual, como en el anterior brote sectario, se acentuaba la responsabilidad individual. Por tanto, carecía de utilidad para la salvación la orden episcopal, siendo su consecuencia la negación de la estructura eclesial como estructura histórica necesaria para la salvación. No sabemos a este respccto si se trataba de una consecuencia extraída del sacerdocio universal de Cristo.
En cuanto a las prácticas y normas de vida tenían prohibida la actividad sexual; por tanto, y basándose en determinados elogíos paulinos de la castidad, aunque no rechazaban el matrimonio, recomendaban la absoluta virginidad a los solteros, y que los maridos tratasen a sus esposas como madres o hermanas". Los sectorios de este grupo tenían prohibido el consumo de carne, ayunaban frecuentemente y no condenaban la propiedad privada. A diferencia del grupo de Orleans y Arrás leían a diario el AT Y el NT, así como los santos cánones; pero junto aesto, realizaban una interpretación de la encarnación ahistórica en conexión con sus crencias gnóstica y docetistas, negando la doctrina trinitaria.
Pudiera existir una cierta estructuración en este grupo sectario al concederse una mayor utoridd a los maiores; ya que estos decidían sobre la entrada de nuevos neófitos en el grupo y dirigían los rezos y las oraciones; pero, parece difícil que estos miembros de mayor edad tuvieran funciones semejantes a las sacramentales o sacerdotales.
El obispo del lugar llamo a capítulo a su dirigente más conocido Gerardo, el cual respondío a las preguntas sobre la ortodoxia de su doctrina, reafirmándose en todos los puntos expuestos. Es probable, que al final de este proceso los sectarios fuesen obligados a venerar una cruz, negándose estos, de tal modo que fueron que mados en una pira.

e) Del quinto episodio, menos importante que los anteriores, nos ha llegado noticia gracias a la carta de un tal Teuduino, obispo de Lieja, enviada en 1048 a Enrique I de Francia. En esta se indicaba al rey la existencia de herejes a los que Teuduino cree seguidores de Berengario de Tours (este dato es manifiestamente erróneo) que negaban la existencia del cuerpo material de Cristo, afirmándo como el antiguo docetismo que este era una sombra. rechazaban el matrimonio y el bautismo de los niños.