domingo, 23 de octubre de 2011

LA ALARGADA SOMBRA DE LOS MITOS


La irrupción del cristianismo en la alta sociedad romana en los siglos III y IV d.C. (se convierte en religión oficial del imperio en  el año 380) unificó todas las creencias de la pagana Roma transformando en heréticas muchas costumbres que los romanos habían vivido durante 1000 años, y se necesitarán cerca de 1000 años más para volver a recuperar antiguas tradiciones en forma de mitos.
Europa creó sus propios mitos sin olvidar los procedentes de fuentes ancestrales, egipcias, griegas, judaicas, persas o romanas. Los mitos propiamente europeos se reducen a dos: el Grial y Fausto; son una especie de señas de identidad.
El mito del Grial se elaboró por medio de una serie de relatos sobre el rey Arturo y los nobles caballeros de la Tabla Redonda. Nació en Francia y Alemania a lo largo del siglo XII como un proyecto pedagógico para los jóvenes de las familias nobles, preocupados por el papel de las mujeres en la vida social. Se difundió luego por todas las literaturas nacionales y se convirtió en un ícono político cuando en el siglo XV Thomas Malory con La muerte de Arturo realizó la síntesis más difundida al ser la obra que influyó a Tennyson, Rossetti o Burne-Jones.
La educación europea se ha vinculado a la recuperación de esos mitos, expresión de un modo de ser que, con la llegada del modernismo, entró en contacto con la tradición oculta y los misterios del gran arquitecto del mundo. Estos mitos forjaron una estructura con cuatro personajes que recuerda los trabajos de Jung, y que mantendrán la comedia dell´arte y las óperas de Wagner, donde cuatro voces (tenor, bajo, soprano y contralto) debaten entre sí sobre un tema concreto. Vemos claramente ese esquema en el desarrollo del tema del amor en Tristán e Isolda, o la superstición (brujería) en Lohengrin o la presencia de lo sagrado en la vida humana de Parsifal.
La búsqueda del Grial es la razón de ser de la novela de caballerías: historias imposibles o increíbles, donde se da rienda suelta a las observaciones más inesperadas, a las situaciones más sorprendentes. Crearon dos contrafiguras, convertidas en referentes universales. Don Quijote, el hidalgo de la Mancha que se saturó de lecturas y enloqueció, lo que dio lugar a unas cómicas aventuras que conforman lo mejor del legado de Europa; y Don Juan, que redujo los valores caballerescos a una desenfrenada táctica de conquista sexual de las mujeres, y que desde Tirso de Molina a Mozart, pasando por Molière, alecciona con su desazón a un mundo que se preguntaba por el papel del sexo en la vida.
El mito de Fausto, el doctor que vende su alma al diablo para lograr un poder sobrenatural y la juventud eterna, aparece ya en algunos relatos anónimos de la Edad Media, pero sólo alcanzará su perfil definitivo con Marlowe, Lessing, Goethe y Mann. Leído o visto en el escenario (Fausto llegó a la ópera con Gounod y Berlioz), el mito ayudó a la construcción de la mentalidad europea.

domingo, 2 de octubre de 2011

EL RETRATO DE UNA OBSESIÓN


En los años treinta del siglo XV se produjo un hecho intrascendente a primera vista, pero que con el paso del tiempo se convirtió en una de las bases de la renovación de la vida matrimonial en Europa. Se trata del encargo que el mercader italiano afincado en Brujas, Giovanni Arnolfini, hizo al célebre pintor Jan Van Eyck (h.1390-1441) para que le retratase el día de su boda con la joven Giovanna Cenami. Pedir que se le retrate el día de la boda era la primera decisión a favor del matrimonio tras muchos años de críticas. Se produjo además una curiosa casualidad. Aproximadamente en la misma época los artistas italianos comenzaron la búsqueda de un espacio visual para el ritual matrimonial en la línea abierta por Giotto pero que, desde luego, debía asumir las novedades de la época. Al principio Van Eyck se sintió incomodo con el encargo. Peo al cabo de unas semanas pudo calibrar el alcance de su obra. Se situó frente a los novios, como se aprecia si  nos fijamos en el espejo situado al fondo de la habitación, donde dejó escrita la famosa inscripción: Johannes de Eyck fuit hic, junto a la fecha: 1434.

Veamos el cuadro; equilibrio, escena íntima, la cámara nupcial, los esposos, un espacio lleno de símbolos que hablan de la fidelidad matrimonial ( la lámpara con seis brazos y una sola vela encendida es una clara alusión a Jesucristo y, al miso tiempo, representa la llama del amor que puede extinguirse, el rosario de cuentas, el espejo que muestra las catorce estaciones del Víacrucis, el perrito, símbolo de la fidelidad dentro del matrimonio, los colores predominantes, verde y rojo simbolizan la fertilidad y la pasión, el cabecero de la cama, donde aparece una imagen de Santa Margarita  o Santa Marta, patronas de los partos y del hogar respectivamente, todo está presente para afirmar un principio) el humanismo busca expulsar (sobre las mandos de la pareja se aprecia una gárgola sonriente, un elemento que representa el exorcismo mediante el cual se pretende alejar el mal que atenaza a la pareja; la falta de descendencia) fuera de la realidad las formas de sexualidad no sometidas a un principio propiamente reproductor. Y lo hace por diversos motivos: para evitar las viejas inclinaciones de la cultura cortés hacia las fantasías adúlteras, para controlar la parte peligrosa de la conducta femenina, para asegurarse la imposibilidad de cualquier contaminación; de ese modo acorrala a los disidentes, configura una disciplina del cuerpo, la del placer, que es el origen del mundo moderno. Este planteamiento responde a los grandes peligros que asaltaban las prácticas sexuales de la sociedad del siglo XV, la pasión por el adulterio de los jóvenes de las clases acomodadas; las estrechas relaciones existentes entre la homosexualidad femenina, anorexia y la santidad y, finalmente, la violencia existente en el mundo de la prostitución. Una lacra social, necesaria, pero que era preciso combatir.

Bibliografía:
Seidel Linda, Jan van Eyck´s Arnolfini Portrait. Cambridge, 1993
Jeay Madelaine, “Sexuality and family in Fiftheenth-Century France: are Literary Sources a Mask or a Mirror? Journal of Family History 4, 1979
Ozment S, When Fathers Ruled. Family Life in Reformation Europe. Cambridge 1983
Ruiz Domènec José Enrique, La Ambición del amor. Historia del matrimonio en Europa

jueves, 22 de septiembre de 2011

LA REVOLUCIÓN DE LO VIEJO

En una sociedad en la que el estudio de la historia está totalmente desprestigiado y en la que tenemos, paradójicamente, todo el conocimiento a golpe de clic, se hace necesario recuperar los clásicos como grandes agitadores del pensamiento. No es un capricho que fuera Cicerone iluminaba los pasos a Dante en la Divina Comedia, los clásicos siempre nos han socorrido cuando ha sido necesario. Ahora que las revoluciones sociales necesitan un guía, fijémonos en cómo solucionaron el problema en la Edad Media
Hacía 1330 dos hechos históricos convergieron con importantes efectos en la historia de Europa: el cisma de la Iglesia entre el Papa de Roma y el de Aviñón, y la aparición de la vía moderna en la filosofía que se enseñaba en las universidades de París, Oxford, Bolonia o Salamanca. Ambos hechos tuvieron en común el reclamo de una separación de lo sagrado y lo profano. El futuro pasaba por un triunfo del espíritu laico, que, al producirse, abarcó en solitario, durante más de dos siglos, todas las tendencias esenciales del arte, la música, la poesía, la novela, la filosofía...
El hombre clave fue Guillermo de Occam, fraile franciscano, profesor de Oxford, adversario del Papa, amigo del emperador, célebre por el argumento conocido como la Navaja de Occam: “ no debe presumirse la existencia de más cosas que las necesarias”. Occam es un hombre sin temor a la claridad a la hora de descubrir el  mundo por la observación directa, crítica, liberada del sistema escolástico. Propuso sacar a Aristóteles y al averroísmo latino de la enseñanza universitaria e invitó a presentar los fenómenos en su diversidad sustituyendo los signos por imágenes concretas. Era el camino al realismo, que invadió fructíferamente la arquitectura, la orfebrería, la pintura, creando al mismo tiempo un imperio de los objetos, libros, cajas, joyas. A través de una de sus obras, Dialogus, sabemos de la vida interior y de los gustos de los europeos de momento. La modernidad reside en la atención que se presta a las cosas. Faltaba idear un lenguaje político que lo expresara a un público aturdido por la sucesión de desastres.
Marsilio de Padua tenía suficientes motivos para reclamar un lugar en el mundo: discípulo de Occam, rector de la Universidad de París, propagandista del príncipe, amigo de Juan de Jandún, con quien, antes se decía, escribe en latín El Defensor de la paz (1324), vicario del emperador, hombre polémico, carismático, adversario del Papa. Marsilio compartió la misma preocupación de su maestro y la reflejó en la pregunta: ¿Cuál es la fuente del poder?  Y su respuesta fue toda una proclama a favor de la modernidad: “El poder procede de la mayoría de los ciudadanos que promulgan la ley”. Era bastante osado hablar de pueblo, libertad, ciudadanos, ley, mayoría; se vio en la obligación de apoyarse en una autoridad y la encontró en Tito Livio. Los libros de este historiador romano son un compendio de reflexiones sobre el poder, que acompaña al estruendo de las armas como una garantía de la justicia del pueblo: son las armas de los lictores y de los legionarios, no la de los caballeros cruzados.
La vía moderna se miró en el espejo de la Antigüedad y profundizó en los clásicos, hecho clave en el ambiente intelectual: desde entonces cualquier reflexión política será cuidadosa de la intensidad de cada palabra, de cada frase; seducida por el legado de unos pensadores que en Grecia  y Roma superaron las fronteras de lo privado; pero a la vez sensibles a la confesión personal, atentos al ornamento de la prosa convertida en pedagogía de los usos del poder. Aquí bebieron Maquiavelo, Jean Bodin, Hugo Grocio, Francis Bacon, Thomas Hobbes o John Locke; vamos, casi todos los pensadores que tuvieron algo que decir sobre la política. Sólo Europa creó las condiciones intelectuales que permitieron revelar y preservar la herencia cultural del pasado.


Bibliografía:
B. Becker, Civility and Society in Western Europe, 1300-1600. Bloomington & Indianápolis University Press, 1988
Ulrich Beck, La societé du risque: sur la voi d´une autre modernité. París 2001
Louis Dupré, Passage To Modernity. New Haven, Yale University press 1993
José Enrique Ruiz-Domènec,  Europa: Las claves de su historia. RBA 2010

sábado, 17 de septiembre de 2011

UN ANILLO PARA UNIRLOS A TODOS...

Cuando Enrico Scrovegni decidió construir la capilla dedicada a la Virgen de la Caridad buscó un pintor que la dotase de unos frescos con un ciclo iconográfico que pudieran expiar los pecados de su padre, un conocido usurero, qué mejor que la vida de Cristo pensó Enrico. Pero los planes del pintor que sentaría las bases del arte occidental eran otros, simbolizar las aspiraciones de renovación cultural; ese hombre era Giotto di Bondone (h.1267-1336).Todas sus pinturas buscaban el modo de escapar de la maniera grecca, que era como se denominaba al estilo pictórico donde predominaban la composición plana y la temática y estética de los iconos bizantinos. Giotto implantó el fondo azul como soporte de la imagen. Con ese criterio se enfrentó al reto de pintar los frescos de la capilla de la Arena de Padua donde se recrea la vida de Jesús. Giotto se sintió orgulloso en marzo de 1305 cuando se los mostró a su patrón Enrico Scrovegni  tras dos años de trabajo. El espectador de entonces (y el de ahora) advierte de entrada que el ciclo pictórico comienza con una exclusión: el viejo Joaquín es desterrado de la comunidad por ser estéril, marchando a la soledad de las montañas. Es ese elevado lugar se origina el relato: la vida del Salvador  se encamina hacia la alegoría sobre la necesidad del matrimonio en la vida social. Aquel comienzo era el signo de los tiempos.
Giotto comprendió que representar el matrimonio de la Virgen no era simplemente un homenaje a la madre de Dios, también era un modo de crear un icono que sirviera de ejemplo a la sociedad. ¿Acaso el matrimonio no era el principal objetivo del buen ciudadano? ¿Y no era la Sagrada Familia el modelo a seguir? En esta pintura, Giotto narro lo siguiente:

Un hombre entrado en años con aura de santo en la cabeza ha llegado a la puerta de un templo con una comitiva compuesta de jóvenes que parecen hablar entre sí. Se ha detenido ante un viejo sacerdote que conduce su mano con un anillo entre los dedos para acercarlo a la mano de la mujer que tiene ante él, una mujer joven, también con un halo de santidad, a la que acompaña un hombre, que bien pudiera ser su padre, y tres doncellas, testigos del acto. En aquel tiempo el espectador de esta escena no necesitaba  ningún experto en iconografía para decirle que estaba ante la recreación de los esponsales de la Virgen María. El hombre que la entrega es Zacarías. La escena tendrá un éxito extraordinario. Se repetirá numerosas veces y, aunque cada pintor le ofrecerá su peculiar estilo, los tres personajes aparecen siempre en una atmósfera numinosa, prueba evidente de que estamos ante un acto sagrado.
Con Giotto empieza una representación del matrimonio organizada como un tríptico, un recorrido en tres etapas; primero, el cortejo por las calles hasta la puerta de la iglesia; a continuación el intercambio de votos; y, por último, la ceremonia propiamente dicha.
La iconografía de los frescos tiene su origen no sólo en el Nuevo Testamento, sino también en tradiciones apócrifas procedentes de La Leyenda Dorada de Jacobo de la Voragine acerca de la Virgen María y de sus padres, San Joaquín y Santa Ana. A su vez, el origen último de estas tradiciones se remonta al evangelio apócrifo conocido como Protoevangelio de Santiago.
Durante siglos la parte más atractiva para los pintores, quizá por ser la de mayor intensidad dramática, la más visual, fue la segunda, el intercambio de votos, que en Italia se unió a la entrega del anillo, convertido a partir de ese momento en el símbolo del consentimiento entre los esposos: annulum mantrimoniale.
Satisfecho de que la mitificación de los esponsales de la Virgen María se hubiera convertido en el modelo a seguir, Giotto introduce una necesidad social tan inesperada como eficaz para el futuro del matrimonio en Europa. La presencia de un sacerdote se convierte en un signo de legitimación, como Zacarías en el caso de Virgen, y será él quien pronuncie las palabras definitivas: “Deus coniungat et homo non separet in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti amen”. Poco a poco la autoridad del sacerdote (en otros casos el notario) fue sustituida por el oficiante de la Iglesia. A partir de entonces, el matrimonio de verdad se celebraba en el seno de la Iglesia y así, a lo largo de los siglos, fue abriéndose paso cada vez con mayor aceptación incluso en las capas populares. A finales del siglo XVI era el único modelo existente.
Bibliografía:
Klapisch-Zuber Christine, La famiglia e le donne nel Rinascimiento a Firenze. Bari 1988
Heers Jacques, Le clan familial au Moyen Age. PUF 1974
Herlihy David, Medieval Households. Cambridge Mass. 1985
Ruiz-Domènec José Enrique, La ambición del amor, Historia del matrimonio en Europa. Aguilar 2003

miércoles, 14 de septiembre de 2011

IMÁGENES DEL CAMBIO

A veces el ser humano no es consciente de estar experimentando un momento histórico que cambia su sociedad; ¿lo fuimos todos nosotros al conocer los atentados del 11S en Nueva York? Gracias a la televisión, mientras veíamos caer las Torres Gemelas, sabíamos que algo nuevo iba a comenzar, que aquella acción terrorista suponía el fin del siglo XXI tal y como lo esperábamos pese a estar en 2001, que el mundo islámico no se volvería a ver con los mismos ojos que hasta entonces.
Pero, ¿cómo vivió la sociedad del siglo XVI el paso de la Edad Media a la Época Moderna?¿fueron conscientes igual que nosotros que su mundo se acababa?¿pudieron hacer algo al respecto?
El 29 de agosto de 1526, Luis II rey de Hungría y de Bohemia, se enfrento en Mohács , al sur de Budapest, a Solimán el Magnífico, sultán del Impero Otomano, que unos meses antes había entrado en Belgrado a sangre y fuego. En esa planicie cerca del Danubio, (otra vez), se jugó el futuro de Europa. La caballería pesada magiar cargó contra los cañones y la disciplinada infantería turca. La masacre fue espantosa, el rey murió en la batalla y una parte de Hungría pasó a manos del Imperio Otomano.

El 6 de mayo de 1527, un ejército al mando del duque de Borbón entró en la Ciudad Eterna para castigar a quien se había opuesto a los deseos de Carlos V de una monarquía universal: el Papa Clemente VII, aliado de Francisco I, rey de Francia. El sacco di Roma cuestionó  la verdad, la razón y la justicia. Recordó otros saqueos igualmente destructivos e inútiles.
La conciencia de ambos hechos estaba clara: algo iba mal, muy mal, anotó el historiador florentino Francesco Guicciardini en una epístola consolatoria donde hablaba de la necesidad de introducir un poco de cordura en la política internacional. Era el momento de actuar.
No había transcurrido ni un año del sacco si Roma cuando el duque Guillermo IV de Baviera ordenó realizar una serie de cuadros históricos para el pabellón de caza de su casa de recreo. El más famoso de esos cuadros es La batalla de Alejando, de Albrecht Altdorfer. 

Una reflexión ordenada sobre la Historia por medio de la pintura de una historia. Antes  de comenzar el cuadro, se cuidó de buscar las analogías entre el suceso que le habían encargado pintar, la batalla de Issos, y un acontecimiento de rabiosa actualidad, el avance de Solimán el Magnífico. Al verlo hoy nos damos cuenta que allí se representó en realidad al último de los caballeros, el emperador Maximiliano, y a sus lansquenetes en la batalla de Pavía, y que los persas eran los turcos, que asediaban Viena. El pasado y el futuro quedaron englobados en un horizonte histórico común. Esta pintura es una de las mejores razones para hablar de imaginarios sociales, y no de teorías, en la formación de la Europa moderna.
El cambio de edad se articuló en las relaciones de unos con otros, vale decir, en la aparición de ciertas discriminaciones; por ejemplo, a quién se debía hablar, y cuándo y cómo hacerlo; en esas discriminaciones iba implícito un mapa del espacio social sobre el tipo de personas susceptibles de una asociación, de un encuentro, de un acuerdo económico, político, religioso; y también un sistema de marginación étnica que quedó patente en la construcción del primer gueto judío de Venecia, la ciudad más internacional de esos años. Shakespeare reflexionó sobre su significado al escribir en una de sus obras más inclasificables: ¿El mercader de Venecia se inclina del lado de la comedia o de la tragedia?
Los personajes cristianos, Antonio, Bassanio, Porcia, por admirables que sean, tienen menos peso que Shylock y su hija Jessica. La trivialidad del desenlace nos prepara para las intrigas cómicas del acto quinto. Los cristianos triunfan, pero el espectador retiene las palabras pronunciadas por Shylock sobre la dignidad universal del cuerpo humano: “¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con el mismo alimento, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios? ¿No padece calor y frío a causa del mismo invierno y del mismo verano que los cristianos? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis injusticias, ¿no nos vengaremos? Si somos como vosotros en lo demás, ¿nos asemejaremos a vosotros en eso?”
Sin forzar el sentido, El mercader de Venecia puede leerse como una premonición si tenemos en cuenta lo que les sucedió a esos europeos judíos en los siglos siguientes: primero se les planteó que el bautismo era el ticket de entrada en Europa, como dijo Heinrich Heine; luego se les aisló y persiguió, y finalmente se les quiso exterminar conscientemente, sistemáticamente. Se había encontrado a otro enemigo dentro de Europa

Bibliografía:
Barzum Jacques, Del amanecer de la decadencia. Madrid, Taurus 2001
Gerhard Dietrich, La vieja Europa. Madrid Alianza, 1981
Ruiz Domènec Jose Enrique, Europa las claves de su historia  

Imágenes:

Muerte de Luis II de Hungría en la Batalla de Mohács obra de Bertalan Székely
La batalla de Issos obra de Albrecht Altdorfer

sábado, 3 de septiembre de 2011

ÉPOCA DE CATEDRALES ÉPOCA DE CRUZADAS

En una charla sobre historia y cultura europea me preguntaron no hace mucho, sobre la relación entre los templarios y los cátaros y, a la vez, sobre su influencia en la construcción de las catedrales góticas.
Si bien contesté a mi contertulio, tamaña pregunta requería un artículo completo donde poder desgranar todos los matices que una conversación a varias voces imposibilitaba
El imperativo estético que convirtió estos siglos en una época de catedrales, por decirlo como Georges Duby, entró en conflicto con el imperativo ético que, con igual firmeza, permite calificarlos de época de cruzadas. En efecto, el que Europa explore dos formas tan diferentes de ser, ¿no es señal de su incapacidad para desarrollar su lado positivo, y nada más que el positivo?, ¿no es señal de una carencia en sus convicciones que la hacían pasar sin traumas de la belleza de una iglesia románica, cisterciense o gótica al espanto de una guerra religiosa?
Europa reivindicó los conceptos de luz y racionalidad en la construcción de iglesias, monasterios, hospitales, palacios o lonjas, cuando el abad Suger juzgó ese principio, al idear el transepto de Saint-Denis, la necrópolis de los reyes de Francia, no dudó en afirmar que “el espíritu  ciego sale hacia la verdad a través de lo que es material y, al ver la luz, escapa de su confusión”. Y aún más: el interés por los detalles respondió a la búsqueda de un equilibrio entre el centro y los márgenes, entre el espacio sagrado y los elementos constructivos, vidrieras, rosetones, arbotantes o gárgolas. El arte de las catedrales buscaba un orden perfecto (Fulcanelli lo creyó un misterio) para difundir el mensaje divino a una sociedad rural cuyas élites eran sin embargo urbanas, nobles o burguesas. La creación artística se encuentra por ello encerrada en el juego de una dialéctica compleja, entre la escolástica y el Estado Dinástico, entre la pasión por la riqueza mundana y la aspiración a la pobreza como principal camino a la salvación, entre la serenidad litúrgica y la efervescencia mística, entre la tolerancia y la persecución a los disidentes tildados de herejes.

Las cruzadas son una incomparable enciclopedia existencial de los siglos XII y XIII; cuando se abordan en su conjunto, el relato de los hechos avanza con lentitud, discretamente, sin querer llamar la atención sobre los verdaderos motivos; cada cruzada (de las ocho que el canon ha fijado) es de por sí un hallazgo, una sorpresa. La presencia de la Iglesia de Roma no les quita su carácter político; más bien sirve para ampliar el territorio de lo que sólo la doctrina puede descubrir.
La Primera Cruzada garantizó esos principios. Inicialmente fue una respuesta militar a la petición de ayuda del emperador Bizantino tras la derrota en Manzikert ante los turcos; pero de inmediato, y gracias a la predicación del Papa Urbano II, se convirtió en una guerra que buscó derrotar al islam no sólo en el campo de batalla sino también en el mundo de la ideas estéticas y de los principios morales.
Propaganda, guerra de símbolos, choque de civilizaciones, es difícil elegir una expresión para este tipo de expediciones militares. La nobleza feudal acudió a los cantares de gesta para encontrar respuestas a sus muchos interrogantes sobre la guerra santa. Y se encontraron entre los versos octosílabos pareados una descripción pormenorizada de cómo debían actuar ante el enemigo, el mundo musulmán. Una absoluta trivialidad como la imprudente inventiva de los poetas y su obstinada palabrería a favor de los monasterios de Camino de Santiago dio lugar a una de las más persistentes creencias culturales de Europa. Sólo los cantares de gesta supieron mostrar el inmenso y misterioso poder de un mundo dividido entre nosotros, los buenos, y los otros, los malos.
Es evidente que esos anónimos escritores nunca hubieran podido influir en la sociedad si su línea de pensamiento no sintonizara con las creencias de la gente: miles de individuos, sumidos en la frustración por no haber alcanzado las expectativas de bienestar material que la época prometía; y otros que, aun habiendo adquirido cierto nivel de vida, no se sentían ciudadanos de ese mundo.
El sentimiento contra el otro tuvo un efecto demoledor. Se pudo comprobar en el ataque a Constantinopla de la primavera de 1204, con el pretexto del conflicto entre Venecia y Hungría por Dalmacia. Ese ataque es conocido como la Cuarta Cruzada.
El tiempo y el lugar de la Cuarta Cruzada son la historia de un litigio religioso y la Europa mediterránea. Entre lo que se llamó el Cisma de Oriente y las ambiciones comerciales venecianas, entre el resquemor al Imperio Bizantino y los pactos con los turcos, la diplomacia de los Papas adoptó posturas que consiguieron corroer los modelos de unidad del cristianismo. Esta cruzada revela con claridad meridiana las verdaderas intenciones de las potencias mercantiles europeas. Los sofismas de las Realpolitik convirtieron el ataque a Constantinopla en un síntoma de que Europa viraba hacia Occidente, recelando de Oriente. Una decisión crucial para el futuro del Mediterráneo. Aún hoy sentimos sus efectos.
La cruzada contra los cátaros del sur de Francia empezó con el mismo motivo de recelar de Oriente, a cuyo mundo se vinculaba la religión de los puros: una actualización del viejo maniqueísmo que llegó a través de los bogomilitas de Bulgaria y Bosnia-Herzegovina. Simón de Montfort, al frente de un copioso ejército de caballeros franceses, llegó hasta las llanuras de Muret. De nada sirvió que enfrente estuviera Pedro II de Aragón, un ferviente rey católico. Las palabras habían envenenado la situación y ya nadie era capaz de impedir que el conflicto entre Roma y la iglesia Cátara se resolviera en el campo de batalla; finalmente, entre los muertos figuró el propio rey, que dejaba a su hijo en manos del enemigo. La verdad de todo ello es el interés de la dinastía de los Capetos en poner el pie en el Mediterráneo; como la guerra se prolongó cierto tiempo, los papas y los reyes de Francia invitaron a los inquisidores dominicos a tomar cartas en el asunto y de ese modo el futuro de los cátaros se decidió en los tribunales.

La imposibilidad psicológica de semejante situación clama al cielo. En efecto, lo que ocurrirá a partir de entonces no es un acto de justicia sino un demoledor registro inquisitorial. ¡Es el uso de la tortura para llegar al fondo del alma de unos pobres campesinos por el que, por supuesto, Europa se quedará al final sin dignidad! Sólo que los inquisidores no lo cuentan como un conflicto de creencia; lo exponen extensamente, con todo detalle, explicando cada gesto, cada confesión, para que parezca psicológicamente creíble. Esos registros le ponen a la infamia la máscara de la ley, lo cual le otorga a sus testimonios (y a los centenares que luego les copiarían en la caza de brujas) un inimitable dejo perverso.
El orgullo fanático alcanzó niveles inquietantes, como un constreñimiento deliberado de la vida que significativamente no quedó limitada a este rincón del mundo. Los hombres de acción (mercaderes, escritores o caballeros) prestaron poca atención a esos lamentables acontecimientos: los horizontes abiertos exigían una cultura cosmopolita, integradora, contraria al fundamentalismo, que armonizara el lujo y la libertad, evocando las maravillas de un bazar mundial en el que se pudiese saborear cocinas exóticas, vestir ropas caras, aprender ideas nuevas, sin compromiso, los cátaros eran lo opuesto a todo eso y, como las alternativas al capitalismo hoy en día fueron arrasados en pos del progreso.

BIBLIOGRAFÍA:

Ernst H, Gombrich, Breve historia del mundo. Península 1999
José Enrique Duiz-Domènec, Europa, las claves de su historia.RBA 2010
K. Modzelewski, L´Europa dei Barbari. Le culture tribali di fronte alla romano-cristiana. Turín 2008
Martín Alvira Cabrer y Jorge Díaz Ibáñez (coords.) Medievo Utópico. Sueños, ideales y utopías en el imaginario medieval
Lauro Martines, Power and Imagination. City-States in Renassaince Italy
Colin Platt, King Death: The Black Death and Its Aftermath
Brian Fagan, La pequeña edad de hielo

lunes, 22 de agosto de 2011

IMAGINAR ASIA


Si hoy en día pensamos en Asia a todos nos viene a la mente el Sushi de Japón o la Gran Muralla China; La televisión se ha encargado de introducirnos la información básica de un mundo que sigue siendo lejano aún hoy;  pero ¿qué debió imaginar Marco Polo cuando su tío y su padre le dijeron que partían de viaje a las tierras de los salvajes a caballo? Que no tenían destino conocido y que quizá no pudiesen regresar...
En su libro Il Milione, que significa “montañas de dinero”  Marco Polo reveló la inmensidad de Asia  y al hacerlo, evocó con orgullo una de las aspiraciones más perdurables de cualquier ciudadano europeo: recorrer mundo. Marco Polo es el icono del aventurero. Le imitó Cristóbal Colón en su búsqueda de Cipango, es decir, Japón; sólo que el genovés se equivocó de Océano y llegó a las Antillas.

En 1271, con diecisiete años, viajó a China donde, asombrado, descubrió un mundo diferente al suyo familiar, pero no adverso. En efecto, para los viajeros franciscanos como Guillermo de Rubruck adentrarse en aquellas tierras era como “penetrar en otro mundo”. Aún pensaban que de Asia llegaban los jinetes de Gog y Mag, anunciando el fin del mundo. Se apresuró a comprobar lo equivocados que estaban, y que, privados de todo contacto con la realidad, no sólo dieron rienda suelta a sus miedos sino que inventaron un mundo inexistente. Al regresar en 1295, veinticuatro años más tarde, con cuarenta y uno, entendió que debía comunicar sus experiencias. Y el mejor sitio para hacerlo era su ciudad natal, Venecia, bisagra de Europa que dijo William McNeill. Las personas que le rodeaban prestaban gran atención a las rutas comerciales, pese al escaso conocimiento geográfico: veían el Extremo Oriente exótico pero no más que las tierras alrededor de Samarcanda. Por otra parte, ¿no pertenecía el Gran Kan al mismo mundo de los tártaros? Polo explicaba que, si bien existían unas redes que comunicaban ambos mundos, no había una cultura común, ningún mundo tártaro: la historia de China, al igual que la del enigmático pueblo de Cipango, era simplemente oriental: sintoísmo, budismo, estrecho contacto con las ideas de Confucio; lucha contra los nómadas y un interés por la construcción de canales. Nada que ver con la Horda de Oro, que se encontraba a las puertas de la inmensa estepa. Los mongoles vivían en directa vecindad con sus parientes instalados al otro lado de la muralla china, aunque en ocasiones mantenían duros pleitos. Mostraba la paiza del poderoso Kan, el rosario budista, el cinturón de plata de los jinetes tártaros, el tocado femenino de oro y muchas piedras preciosas, y mientras lo hacía hablaba de ese Oriente que había dejado.
Polo se esforzó en vano: la idea de Asia como refugio de las tropas infernales seguía siendo un lugar común entre los europeos cultivados; de lo que pensaban los mercaderes que se aventuraban en esas tierras apenas sabemos nada: no les gustaba escribir sobre ello. Esta idea se basa en la teoría de cuánto más lejano mejor; decir Asia era decir el otro lado del mundo, cuando recorrer 100 km era perder tres días de viaje. El caso es que la unificación de Asia realizada por Gengis Kan había creado una interlocking of histories, utilizando la expresión de Joseph Fletcher: afectó a la Ruta de la Seda y estuvo a punto de cambiar la historia de Europa tras la derrota de los húngaros en la batalla de Mohi, sobre el Danubio el 11 de abril de 1241.
En Rusia, los mongoles crearon la Horda de Oro, el futuro no tenía realidad sino como esperanza, y el pasado se perdía en la nostalgia. En otro orden de cosas, la destrucción de Bagdad por los mongoles en 1261 facilitó la llegada de los turcos otomanos al mar Negro y Anatolia, de donde nunca más se movieron; al contrario, avanzaron hacia el Bósforo y por los Balcanes llegaron al corazón de Europa. Estamos en el universo del gran juego, donde sólo el dinero es real, pero los territorios, las tradiciones, las leyendas se deben inventar de nuevo. Resulta tranquilizador que un mercader veneciano se dirigiera a Samarcanda, luego a Bujara y se internara en la inmensa geografía de la estepa para ver cuáles eran las intenciones del Gran Kan, que tenía su sede en Pekín, tras haber superado la gran muralla con facilidad. Su viaje aumentó las posibilidades del mercado europeo. El gran juego. ¿Bajo qué arenas ha quedado sepultado?. Decididamente su viaje es la culminación del mundo de los horizontes abiertos. Y su punto final.

BIBLIOGRAFÍA:
Ernst H, Gombrich, Breve historia del mundo. Península 1999
José Enrique Duiz-Domènec, Europa, las claves de su historia.RBA 2010
K. Modzelewski, L´Europa dei Barbari. Le culture tribali di fronte alla romano-cristiana. Turín 2008

domingo, 14 de agosto de 2011

UN CUENTO BIZANTINO

De los muchos significados que tiene la palabra Bizancio, aquí elijo la de una cultura irrepetible y multiforme que se extendió más allá de las fronteras del Imperio de Constantinopla. Su legado alcanza Serbia, Bulgaria, Bielorrusia, Ucrania, Rusia, es decir, la llamada Europa del Este, que tiene su propio ritmo histórico, su propio rostro arquitectónico, su propia religión, su propio alfabeto (el cirílico que procede del griego). ¿Debemos considerar pues a Rusia y sus satélites parte de Europa? La respuesta es sí

La política de Bizancio en Oriente Próximo afectaba a las regiones del Cáucaso, a su situación en la frontera del Danubio y en los Balcanes. Tras sacar para siempre a los persas de la historia por medio de las brillantes campañas militares, el emperador Heraclio tardó algún tiempo en percibir el sentido de la pérdida de la fortaleza de Bothra, en la frontera del Jordán. Tengamos presente esa actitud dramática porque es una parte sustancial de la historia de Bizancio, y no olvidemos tampoco que, tras la batalla de Yarmuk (636), una nueva derrota, Heraclio tuvo que aceptar la pérdida de Palestina, Siria y Egipto, lo que facilitó el avance de los árabes por la costa occidental, los viejos graneros de Roma: nos encontramos no sólo con una situación crítica sino con una defensa heroica, en la que el hecho de vivir en Constantinopla se contempló en términos proféticos.

En sus reflexiones, Máximo el Confesor, (c 580- 13 agosto 662) afirmaba que la idea de Taxis, el orden invariable, armonioso y jerárquico de todas la cosas, redimía a Bizancio al protegerle con una corte de ángeles. Esa realidad celestial, invisible, convierte al emperador en Kosmokrator, señor del mundo, en la garantía del futuro, como serán los zares, sus herederos naturales. El efecto en la sociedad es la concepción ortodoxa de la gracia divina. A diferencia de la visión religiosa de Occidente (católica, protestante o puritana), según la cual la gracia se concede a los virtuosos, la religión ortodoxa considera la gracia un estado natural de la creación, que se encuentra en cualquier ser humano creado por Dios. Al secularizarse esta idea en el siglo XX, originó la particular concepción del comunismo de Stalin y Brézhnev, que se quiso imponer a Europa por medio del Ejército Rojo.

La unión de política y religión permitió que Bizancio sobreviviera a cualquier ataque, y poder contarlo, lo que no pudieron hacer los habitantes de Damasco, Petra o Alejandría. La resistencia al islam es su legado y la razón de su identidad. Decir bizantino era decir ortodoxo. Constantino IV convirtió esa idea en una herramienta evangelizadora cuando supo que las tierras de Danubio se llenaban de eslavos o búlgaros. Con el tiempo, decir serbio o decir búlgaro era también decir ortodoxo. Basta con ver un mapa del continente para comprobar que un hecho así marcará la historia de Europa. Los Balcanes están en el centro y sus costas dan al Adriático: la frontera exterior se situó en el río Don, frente a los pueblos de la estepa, y todavía no era la frontera definitiva, ya que aún deberían llegar los pechenegos, magiares, turcos, tártaros y mongoles desde Asia central.

Eso último nos obliga a plantear si Rusia es, o no, europea; rasca en un ruso y encontrarás un tártaro, dijo Napoleón con un sentido de la oportunidad política en abierto contraste con los mitos que Rusia quería darse de sí misma. La épica nacional rusa es la historia de la lucha entre los agricultores de las tierras boscosas del norte y los jinetes de la estepa asiática: los ávaros y los jázaros, los polovtsianos (o cumanos) y los mongoles, los kazajos, los kalmukos y todas las otras tribus de arco y flecha que habían atacado Rusia. Ese mito nacional se volvió tan fundamental para la identidad europea de los rusos que la más mínima sugerencia de una influencia asiática en su cultura era considerada traición. En todo caso, recuerda Gógol en Taras Bulba, ser ruso es ser ortodoxo.

BIBLIOGRAFÍA
Franco Cardini, L´invenzione del Nemico. Palermo, 2006
C. Morris, Propaganda for War, The dissemination of the crusading Ideal in Tweltfh Century. W.J. Sheils (ed.)
José Enrique Ruiz-Domènec, Atardeceres Rojos. Ariel 2007
Roberto S. López. El nacimiento de Europa. Labor 1952
Lev Gunilev, El mundo de la estepa y su significado. En búsqueda de un reino imaginario. Drakontos 1994

lunes, 8 de agosto de 2011

SORTEO MEDIEVALQUIZ

EL GANADOR DEL PRIMER SORTEO DE MEDIEVALQUIZ DE UNA TARJETA REGALO DE 60€ PARA http://www.fnac.es/ ES: RAUL MORA. FELICIDADES


ON08AUG

MEDIEVALQUIZ

Sorteo celebrado: Hoy a las 13:41.

TARJETA REGALO 60€ DE FNAC


Tipo de sorteo: Sorteo convencional
Resultados del sorteo: 
  • MEDIEVALQUIZ TARJETA REGALO 60€ FNAC: raulmora
Categoría del sorteo: Sorteo en general Editar sorteo
Accesibilidad del sorteo: El sorteo es privado. Solo tu usuario podrá ver los resultados.
Lista de participantes: Pablo Sánchez Montilla, Daniel Miguez Garcia, EsUcHaN, Bakoneth.com, Carlos Cruz Rastrojo, Zombiegirl, letras canallas, raulmora, Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana, La Dame Masquée, Fco. Javier Ortego Redondo, JOSE MANUEL, Nando GM, Karla Castel, Madame Minuet, Ricardo, Juan, Onirbos, sergio de las heras, Emma7359, sveret, ZERO, CAROLVS II, HISPANIARVM ET INDIARVM REX, Magnolia, Sergio, katxo, miriam rodriguez lirio, Catacroifer Moreno, La abajo firmante, Paco Olaso, Genís Díaz Fernández, InakiO, Xavi Martínez, Juan Lillo, Josep, Tania T, jes, gameoverps, Kite Kunisaki, Josan Moriana, ederto, Belén García Miguel, Anji Ma Vie, Paola Martínez, David Ochoa, Nac, Mangu93, elhuerto generoso, Senall, Nosequeponer, Alex, Acontracorriente!, David G. Bolaños, Jedelwey, Lì, David Arias Gomez, M4D, J. Carlos Rojo, Rocío Insomnium, Sara Menéndez Espina, Gustavo Castillo, pukas, Muntagarlaire, Mª Carmen Martínez, Miguel N4, Juliopinomiyar, Lina, paco delgado, Hector Arce, Vadillo, Adidas Superstar, clopezi, Lopeor, naíreh, Jose Llosa, Salva, Violeta, Mª Jesus Puertas, Alberto Sánchez, José Antonio Sánchez, rick, Kirino Kirisame, Juanma, Josemi De Miguel, Sendoh, juan cano, Jose Martínez, Söhne Der Hölle, Graux, jesus marquez roldan, ilya kabushko, elmahdyeneghmouchi, Ruben Cardin Garcia, iNT3NS3 MiiC, Manuel Ruiz Sánchez, lelo perez, Juanjo Torres López, Ruben Gomez, Manel Cota, Luis M C

domingo, 7 de agosto de 2011

QUÉ VIENEN LOS BÁRBAROS

Toda la historia del ser humano ha dependido de la migración. Se trata de un impulso de supervivencia que nos ha salvado varias veces de la extinción, desde los primeros sapiens que abandonaron África en busca de posibilidades en la Península Arábiga hasta las migraciones de la actualidad desde los países más pobres, nuevamente de África, al primer mundo para conseguir subsistir. ¿Qué hacer cuando la supervivencia se enfrenta a la xenofobia? Esta misma pregunta se la hicieron los romanos en el siglo V...

Las autoridades imperiales organizaron la vida en beneficio propio, en lugar de dejar libertad a los ciudadanos; cambiaron el debate político por el poder del edicto. Unieron utopía y retórica, que ya no eran una alternativa ética, sino el soporte de un Estado autoritario, rigurosamente burocratizado, corporativo. Así se explica la ceguera política de unos hombres con más de diez siglos de sofisticada civilización a sus espaldas; su ignorancia sobre los pueblos que había más allá de la frontera; su falta de tacto que transformó una sucesión de acontecimientos fortuitos en un suceso crucial de la historia de Roma.
El contraste entre romanos y bárbaros era grande, y aumentó a medida que los nuevos pueblos se acercaban a las fronteras, con sus costumbres apenas reconocibles, con su cuerpo tatuado, propensos al griterío y a la bronca, sin interés por la escritura y las leyes romanas, aunque sí por la práctica romana de la agricultura, única forma de abandonar la vida nómada. El éxito económico de esa agricultura se definía por la capacidad y el volumen de almacenamiento de grano, y cuanto más grano había más se incrementaba la curva demográfica; entonces se necesitaron nuevas tierras para alimentar a las nuevas bocas. Lo mismo que las tribus del Lacio habían hecho al comienzo de su historia. Roma había olvidado sus orígenes y le costó caro.
Ahora tenían una masa de emigrantes ansiosos de parecerse a los romanos, es decir, de tener una agricultura que les permitiera almacenar grano y vivir cómodamente; lo mismo que buscan los inmigrantes del nuevo milenio. El fin de Roma debe situarse, pensó Maquiavelo, en el territorio de las necesidades espirituales, y no materiales.
La miseria no impulsa a un pueblo a emigrar lejos de su hogar, sino el deseo de imitar el  mundo de los ricos. Poder comer cada día sin acudir al monte a cazar, al río a pescar, al huerto a extraer hortalizas; sólo con ir al mercado con unas cuantas monedas, o mejor aún, que lo hagan por él los sirvientes, los esclavos, las mujeres. Había llegado el momento de atravesar la frontera como pueblo. Los carromatos con las mujeres, los niños y los ancianos se acercaron a los puentes y los jefes de familia soñaron con conducir al otro lado del Rin o del Danubio, los dos ríos que separaban el mundo romano del mundo bárbaro, sin embargo las tropas bloqueaban los puentes. Era cuestión de esperar la oportunidad y llegó.

La noche de San Silvestre del año 406 el Rin se heló. Miles de hombre, mujeres y niños se lanzaron al río con sus carromatos y el hielo aguantó. No necesitaron los puentes para cruzar, ni enfrentarse a las tropas romanas que vigilaban las fronteras. Las tropas imperiales quedaron desbordadas por la avalancha, con ese detalle comenzaron las Invasiones Bárbaras, la muralla se agrietó y nunca volvería a restaurarse. Entre esta fecha y la caída del Imperio Romano sólo hay 70 años.

BIBLIOGRAFÍA:
Ernst H, Gombrich, Breve historia del mundo. Península 1999
José Enrique Duiz-Domènec, Europa, las claves de su historia.RBA 2010
K. Modzelewski, L´Europa dei Barbari. Le culture tribali di fronte alla romano-cristiana. Turín 2008

jueves, 4 de agosto de 2011

¿CÓMO ERA EUROPA EN EL SIGLO VII?

Europa. Hoy conocemos más o menos su significado y su geografía, pero ¿cómo era en el siglo VII? En el siglo VII Europa estaba limitada por su población y por su naturaleza: una población de seiscientos mil habitantes en lo que hoy es Alemania, dos millones en la actual Francia (con una densidad de entre 2,4 y 5,5 habitantes por kilometro cuadrado), un ecosistema dominado por un espeso bosque y las grandes marismas, y el reino del mayor asesino de la historia, (el mosquito anófeles, propagador del paludismo).
¿cómo superar tantas adversidades? Primero se buscó el arbitrio de dos figuras de aquel tiempo, el héroe y el santo (a veces mezclados) capaces de luchar contra los monstruos que anidaban los pantanos y las tierras bajas, en especial el dragón, la representación del mal; luego las vidas de los eremitas y de los monjes se convirtieron en modelos a seguir y, finalmente, se articuló a los propietarios de tierras en unidades familiares como queda reflejado en las expresiones stirps, gens, sippe. La familia extensa fue el origen de la casa solariega.

Los señores de la casa solariega vivían de rentas, pero también de la venta de productos agrícolas,  aunque eso último les exigió contar con la iniciativa de los intermediarios que conocían las rutas comerciales y los mercados. La mejora de los campos de cultivo convirtió a los emporia en polos de desarrollo y en centros de distribución de las mercancías, el vino en primer término. Esos factores contribuyeron al desarrollo de la economía que, en poco tiempo, convirtió a los propietarios de las tierras en una nobleza de estirpe y espada. Los más avezados se acercaron al trono y ligaron su suerte a la amistad del rey.
Me preguntará el Dr.Niemintz ¿cómo conocemos esta información? Por suerte, se ha investigado el ritmo de la economía, el uso de la moneda de oro, el besante bizantino (el euro de la época) y el dinar árabe, como también hay excelentes investigaciones sobre el valor de la guerra, la diplomacia, la literatura, el arte, las reformas sociales  o las leyendas. En pocas palabras, se ha construido un gran contexto que ha permitido interpretar las cartas depositadas en la geniza del Cairo, un almacén en la sinagoga de Ben Ezra, protegido por a sequedad ambiental. En esas cartas, unos personajes expresan sus deseos de formar sociedades comerciales contratando agentes para que los representen en el extranjero. Se trata de las primeras evidencias sobre la importancia de la reputación, el arbitraje y la confianza en el desarrollo de la vida mercantil, unos rasgos que caracterizarán la vida europea durante siglos hasta alcanzar lo que Max Weber llamó espíritu capitalista.
Las comunidades judías que vemos en la documentación de la geniza pusieron la vida mercantil en el camino de la explotación de las materias primas y de la aplicación de nuevas habilidades en el mundo de los negocios. Conocemos el nombre de alguna de esas materias, que actuaron en esos años como el petróleo o el gas hoy en día, la seda, el oro, la pimienta, la lana merina, el pescado; también conocemos las habilidades utilizadas para afianzar las redes del sistema mundial de comercio que estaban a punto de una fractura de impredecibles consecuencias: el uso de la numeración arábiga y no romana en la contabilidad, la selección de función del mérito, la división del trabajo, punto de partida del sistema de putting-out, el valor de la productividad como principal objetivo, el respeto por el trabajo manual, el papel concedido al mercado y la noción de empresa.
Europa se hizo fuerte gracias a estas medidas, ya que fue capaz de fijar un modelo de conducta que le permitió integrar a los nuevos pueblos nómadas, los escandinavos y los magiares.

BIBLIOGRAFÍA:
Herns H. Gombrich, Breve historia del mundo. Península 1999
José Enrique Ruiz-Domènec, Europa, las claves de su historia. RBA 2010
S. Stephen Jaeger, The origins of Courtliness. University of Pensilvania Press 1985 

lunes, 1 de agosto de 2011

SOBRE LA INVENCIÓN DE LA HISTORIA


Leyendo el otro día el artículo del Dr.Niemitz sobre la invención la cronología en la alta edad media o antigüedad tardía me vino a la memoria el ejercicio más claro de historia ficción que tuvo lugar en los anales europeos; La carta del Preste Juan al Emperador Federico Barbarroja.
El cronista alemán Otto de Freising, comenta en su “Chronica sive Historia de duabus civitatibus” (Crónica o historia de la dos ciudades) del 1145 que al año anterior se ha reunido con un tal Hugo, obispo de Jabala en Siria, en la corte del Papa Eugenio II en Viterbo. Este Hugo había sido enviado por el príncipe Raimundo de Antioquía en busca de apoyo de Occidente en su lucha contra los sarracenos tras la caída de Edesa. Se dice que el consejo de este Hugo incitó a Papa Eugenio a llamar a la Segunda Cruzada.

Hugo también explicó a Otto en presencia del Papa que Preste Juan, un cristiano nestoriano que era a la vez presbítero y rey de un territorio más allá de Armenia y Persia, había recuperado la ciudad de Ecbatana de manos de los reyes persas en una gran batalla no hacía demasiados años. Tras esta primera victoria Preste Juan, decidido a recuperar Tierra Santa, había puesto rumbo hacia Jerusalén, aunque finalmente las aguas del Tigris le habían obligado a desistir y volver a su reino. Preste Juan era un rey rico, como muestra de ello, la gran esmeralda de su cetro, y santo, descendiente de uno de los Reyes Magos.

Como bien describe Umberto Eco en su novela baudolino, la carta es un ejercicio de una sutileza política similar a la que demostraron los monjes de Cluny narrando la derrota de Roncesvalles en el Cantar de Roldan.
El motivo de ella, como siempre, es legitimar el ascenso al trono de Federico Barbarroja como sucesor de Conrado III ya que en un principio debería haber reinado su hijo de 8 años pero temió que el conflicto existente con Enrique el León acarrease problemas en una regencia tan larga, motivo por el cual propuso a la dieta la elección de Federico como rey.
Federico, como ya había hecho en Suabia al heredar el ducado de su padre, muerto en 1147, se dedicó a fortalecer el rey de Alemania otorgando poder a los nobles germanos en detrimento de la burguesía de las ciudades italianas lo que le provocó numerosas revueltas y la enemistad con el Papa Adriano IV por la no intervención de los imperiales en la defensa del sur de Italia y Sicilia del imperio bizantino en virtud del tratado de Constanza por el cual el emperador había sido coronado por el Papa en Roma. Como consecuencia del incumplimiento del tratado de Constanza, el papado y el emperador se enemistaron, lo que sería origen de discusiones futuras. Además, desde el punto de vista de Federico, la situación en Italia empeoraba. Con ayuda de los bizantinos, el levantamiento de Apulia se extendía. Los normandos peleaban con éxito contra los bizantinos y les arrebataron Brindisi, que había sido tomada por Bizancio poco antes. En vista de esta evolución, el papa Adriano IV se decidió a firmar el Tratado de Benevento en 1156 con los normandos. En los siguientes años, los normandos se convirtieron en protectores del papa, sobre todo frente a la ciudad de Roma, y como consecuencia poniendo en entredicho la posición del emperador. Así, el tratado de Benevento se convirtió en un instrumento importante de la separación entre el emperador y el papa.
En octubre de 1157 Barbarroja convocó una dieta en Besançon con el fin de subrayar sus derechos señoriales en Borgoña. Allí, dos legados papales exigieron la liberación de Eskil de las manos de los partidarios del emperador. Se produjo un escándalo a causa de un comentario - más bien secundario - en el que se denominaba como beneficium el título de emperador. Esto, que podía traducirse como feudo o como buena acción, fue traducido por Reinaldo de Dassel, desde 1156 canciller imperial y uno de los más íntimos confidentes del emperador, como feudo. Hay que señalar que los enviados papales se encontraban presentes y no protestaron por la traducción. Cuando, como consecuencia, se registró el equipaje de los legados, se hallaron numerosos privilegios previstos para los obispos alemanes, con los que se quería minar la autoridad del emperador a favor del papa. Estas dos provocaciones se convirtieron en puntos centrales de una campaña de propaganda contra el papado, con la que Federico consiguió el apoyo de la mayoría de los obispos alemanes. Estos prohibieron al clero la apelación a la curia romana.
Se desataron las hostilidades y comenzaron a publicarse escritos contra Adriano IV, postulando Federico I que el Papado debía subordinarse al Imperio. Se pretendía recortar la influencia del Sumo Pontífice, lo que venía bien tanto al emperador como a los obispos en su búsqueda de mayor independencia de Roma. La aclaración del Papa Adriano IV en junio de 1158, de que no había querido decir feudo, sino buena acción (Beneficium: non feudum, sed bonum factum) fue en vano. El papa tampoco pudo evitar la campaña italiana tomando contacto con Enrique el León.
La carta pues hay que enmarcarla en este conflicto y el que se provocaría en 1159 la muerte de Adriano IV y la imposición del Antipapa Víctor IV por el partido Imperial y de la aclamación de Alejando III por el pueblo de Roma y las restantes potencias europeas.

Freising hace un uso muy hábil del imaginario medieval y de la vanidad del Papado diciendo que el Preste Juan, el más poderoso rey de oriente, se declara vasallo del emperador Federico I dejando en mal lugar al Papa que discute la autoridad del emperador. Empieza a circular por Europa copias de la Carta de Preste Juan, una carta que se decía escrita por Preste Juan, “el más grande monarca bajo el cielo y un cristiano devoto” e iba dirigida al emperador bizantino Emanuel I Comneno y a otros príncipes en una inteligente maniobra para despejar las sospechas de que era una invención de la política imperial. En realidad, la carta parece más bien un cuento lleno de maravillas con muchísimas similitudes con el “Román de d’Alexandre” (una colección de leyendas sobre las hazañas de Alejando Magno) y las “Actas de Tomás”, lo cual nos indica que es más que probable que el autor conociera esos dos relatos.
Se detallan las maravillas que hay en su reino En la carta se hablaba de Preste Juan como un monarca que reinaba sobre 72 reinos y que cuando iba a la guerra era seguido por 10.000 caballeros y 100.000 soldados. Su tierra era rica en plata y oro, y muchas criaturas maravillosas vivían en ella, desde bestias desconocidas a hombres con cuernos y tres ojos, también había mujeres que luchaban montadas a caballo u hombres que vivían más de 200 años, tampoco faltaban unicornios, caníbales o elefantes. Todo era perfecto en su reino, no había pobres, no había ladrones, tampoco había avaros, mentiras ni vicios. En su palacio, Preste Juan disponía de un espejo mágico con el que podía ver de todo lo que pasaba en sus provincias y descubrir cualquier conspiración.

El imperio de este rey llegaba a la India, donde había sido enterrado el cuerpo de Santo Tomás, comprendía las ruinas de Babilonia o la Torre de Babel, sin olvidar la Fuente de la Eterna Juventud. La carta contenía dos peticiones al Papa, la cesión de una iglesia en Roma y la concesión de ciertos derechos sobre la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
En paralelo a estas disputas políticas, Barbarroja intentaba dar un peso teológico a la parte alemana del Imperio. En 1164 se llevaron los huesos de los Reyes Magos a Colonia. En Navidad de 1165 Carlomagno fue santificado en Aquisgrán, para conseguir a través de un santo nacional una mejor legitimación, es aquí donde Niemitz se confunde, ya que Carlomagno tenía un papel importante en la idea que tenía Enrique del Imperio. Sin embargo, estos actos tuvieron poco eco en el exterior de Alemania y no constituyen una nueva cronología sino que se busca un patrón nacional como hará el nacionalismo alemán con Federico I en el XIX.