miércoles, 14 de septiembre de 2011

IMÁGENES DEL CAMBIO

A veces el ser humano no es consciente de estar experimentando un momento histórico que cambia su sociedad; ¿lo fuimos todos nosotros al conocer los atentados del 11S en Nueva York? Gracias a la televisión, mientras veíamos caer las Torres Gemelas, sabíamos que algo nuevo iba a comenzar, que aquella acción terrorista suponía el fin del siglo XXI tal y como lo esperábamos pese a estar en 2001, que el mundo islámico no se volvería a ver con los mismos ojos que hasta entonces.
Pero, ¿cómo vivió la sociedad del siglo XVI el paso de la Edad Media a la Época Moderna?¿fueron conscientes igual que nosotros que su mundo se acababa?¿pudieron hacer algo al respecto?
El 29 de agosto de 1526, Luis II rey de Hungría y de Bohemia, se enfrento en Mohács , al sur de Budapest, a Solimán el Magnífico, sultán del Impero Otomano, que unos meses antes había entrado en Belgrado a sangre y fuego. En esa planicie cerca del Danubio, (otra vez), se jugó el futuro de Europa. La caballería pesada magiar cargó contra los cañones y la disciplinada infantería turca. La masacre fue espantosa, el rey murió en la batalla y una parte de Hungría pasó a manos del Imperio Otomano.

El 6 de mayo de 1527, un ejército al mando del duque de Borbón entró en la Ciudad Eterna para castigar a quien se había opuesto a los deseos de Carlos V de una monarquía universal: el Papa Clemente VII, aliado de Francisco I, rey de Francia. El sacco di Roma cuestionó  la verdad, la razón y la justicia. Recordó otros saqueos igualmente destructivos e inútiles.
La conciencia de ambos hechos estaba clara: algo iba mal, muy mal, anotó el historiador florentino Francesco Guicciardini en una epístola consolatoria donde hablaba de la necesidad de introducir un poco de cordura en la política internacional. Era el momento de actuar.
No había transcurrido ni un año del sacco si Roma cuando el duque Guillermo IV de Baviera ordenó realizar una serie de cuadros históricos para el pabellón de caza de su casa de recreo. El más famoso de esos cuadros es La batalla de Alejando, de Albrecht Altdorfer. 

Una reflexión ordenada sobre la Historia por medio de la pintura de una historia. Antes  de comenzar el cuadro, se cuidó de buscar las analogías entre el suceso que le habían encargado pintar, la batalla de Issos, y un acontecimiento de rabiosa actualidad, el avance de Solimán el Magnífico. Al verlo hoy nos damos cuenta que allí se representó en realidad al último de los caballeros, el emperador Maximiliano, y a sus lansquenetes en la batalla de Pavía, y que los persas eran los turcos, que asediaban Viena. El pasado y el futuro quedaron englobados en un horizonte histórico común. Esta pintura es una de las mejores razones para hablar de imaginarios sociales, y no de teorías, en la formación de la Europa moderna.
El cambio de edad se articuló en las relaciones de unos con otros, vale decir, en la aparición de ciertas discriminaciones; por ejemplo, a quién se debía hablar, y cuándo y cómo hacerlo; en esas discriminaciones iba implícito un mapa del espacio social sobre el tipo de personas susceptibles de una asociación, de un encuentro, de un acuerdo económico, político, religioso; y también un sistema de marginación étnica que quedó patente en la construcción del primer gueto judío de Venecia, la ciudad más internacional de esos años. Shakespeare reflexionó sobre su significado al escribir en una de sus obras más inclasificables: ¿El mercader de Venecia se inclina del lado de la comedia o de la tragedia?
Los personajes cristianos, Antonio, Bassanio, Porcia, por admirables que sean, tienen menos peso que Shylock y su hija Jessica. La trivialidad del desenlace nos prepara para las intrigas cómicas del acto quinto. Los cristianos triunfan, pero el espectador retiene las palabras pronunciadas por Shylock sobre la dignidad universal del cuerpo humano: “¿No tiene ojos un judío? ¿No tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con el mismo alimento, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios? ¿No padece calor y frío a causa del mismo invierno y del mismo verano que los cristianos? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis injusticias, ¿no nos vengaremos? Si somos como vosotros en lo demás, ¿nos asemejaremos a vosotros en eso?”
Sin forzar el sentido, El mercader de Venecia puede leerse como una premonición si tenemos en cuenta lo que les sucedió a esos europeos judíos en los siglos siguientes: primero se les planteó que el bautismo era el ticket de entrada en Europa, como dijo Heinrich Heine; luego se les aisló y persiguió, y finalmente se les quiso exterminar conscientemente, sistemáticamente. Se había encontrado a otro enemigo dentro de Europa

Bibliografía:
Barzum Jacques, Del amanecer de la decadencia. Madrid, Taurus 2001
Gerhard Dietrich, La vieja Europa. Madrid Alianza, 1981
Ruiz Domènec Jose Enrique, Europa las claves de su historia  

Imágenes:

Muerte de Luis II de Hungría en la Batalla de Mohács obra de Bertalan Székely
La batalla de Issos obra de Albrecht Altdorfer

2 comentarios:

  1. Juan,

    No soy un entendido en historia. Mucho menos en historia Europea, pero debo decirte que disfruté el artículo en cualquier caso. Tu narración es muy agradable de leer, y aunque no seré capaz de retener los datos, ayuda a comprender mejor el ahora. Gracias!

    Abrazo,
    F.

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  2. Muchísimas gracias Federico. Significa mucho para mi tu halago. Con el blog trato de acercar la edad media al gran público y hacerle ver que no es una época oscura y lejana sin conexión con nosotros sino el origen de lo que somos como sociedad.
    Un abrazo compañero

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