miércoles, 27 de julio de 2011

TRIÁNGULO EN LA CORTE

Con anterioridad he hablado sobre la institución del avunculus, aquella por la que el hijo de un matrimonio feudal va a educarse a la corte del hermano de la dama ya que ésta es siempre de mayor rango nobiliario.
La idea de tener varios pseudocaballeros adolescentes en la corte de un señor feudal, belicosamente ausente, en su mejor estado, o viejo y achacoso en el peor de ellos, no parece ser el mejor de los escenarios para atemperar las pasiones de la esposa, normalmente insatisfecha y rodeada de cuerpos jóvenes con ganas de agradar a su señora.
Las cortes medievales eran un hervidero de estas secretas pasiones, tanto que hubo que crear una literatura que asesorase a los participantes de tan apasionado juego.

Chrétrien de Troyes decide crear el personaje de Lanzarote del Lago, sobre cuyas espaldas carga la responsabilidad de aceptar o declinar la tentación adúltera de una mujer casada. A diferencia de Erec e Yvain, este caballero de la Tabla Redonda no entrega su alma por un buen matrimonio con una dama de posición, sino que vive por y para el sentimiento amoroso, que provoca en él la tensión entre la lealtad al amigo, a su rey, y el amor a la mujer, la reina. Este dramático principio permite a Lanzarote fijar el territorio de la moral cuantas veces quiera, pues la tentación le acontece en numerosas ocasiones. La cercanía de la esposa de su amigo crea una atmósfera espesa, como si algo infernal fuera a ocurrir. Todo le parece bien para ella, incluso subir a una carreta, un lugar infame, reservado para los criminales. Nada importa salvo su amor.
La moral de Lanzarote no es fácil de entender: se aferra a la lealtad hacia su amigo, el rey,  pero se acuesta con su mujer, la reina. Su mundo vital mira a un tiempo hacia el espíritu de la caballería y hacia un erotismo exacerbado. La ambigüedad domina sus acciones. Algo parecido le ocurre a ella. Y aquí radica el problema, pues se trata de una mujer casada. ¿Puede un matrimonio de amor continuar en presencia de un tercero? Al rehusar las habituales lisonjas del marido e insistir en mantener la distancia mientras acude a las citas del amante, ella embelesa tanto al amante como al marido para que ambos acepten la situación creada, es decir, el triángulo amoroso.
Tras una escena de sexo, la reina regresa junto a su marido, afectuosa, sin sentimientos de culpabilidad, quizás incluso dispuesta a aceptarle también en la cama.
Pese a estar inacabada, esta novela se considera una obra maestra, la culminación del escritor más importante de la Europa del siglo XII. El tema pronto se verá imitado por una legión de seguidores. Puesto que Chrétien siguió trabajando hasta su muerte ( la siguiente novela fue El cuento del grial, comenzada a escribir hacia 1182), cabía siempre la posibilidad de que la terminase buscando una salida a las gavillas del adulterio en las que se habían enredado Lanzarote, Ginebra y Arturo.
En algunos casos se daba rienda suelta a la pasión y la infidelidad se llevaba a cabo, ¿quién no recuerda a Richard Gere besando ardorosamente a Julia Ormond en El Primer Caballero? Aquel amor destruyó la unidad de Camelot y Arturo acabó sucumbiendo ante sus enemigos, traicionado por el caballero en el que más confiaba. No sabemos si el rey sabía de esta traición, sospecho que sí pero creía poder beneficiarse, pero ¿sería capaz de gobernar su reino sabiéndose públicamente que no podía imponerse en su matrimonio?
Pero eso nunca ocurrió. La novela quedó como él la dejó, sin que sepamos nunca el final. Pero ¿era posible un final feliz para una historia de un amor en el seno del matrimonio? La pregunta se prolongará durante siglos.

El caballero de la carreta merece el honor de ser considerada la primera gran novela europea por dos motivos. Primero, porque Chrétien afrontó con decisión uno de los grandes conflictos morales que afligen a los seres humanos desde entonces hasta hoy. ¿Qué hacer cuando el amor llega? ¿Puede una mujer transgredir las leyes y las normas sociales por el mero hecho de sentirse enamorada? ¿Se puede poner fin a la institución del matrimonio para satisfacer un deseo del cuerpo? En segundo lugar, porque Chrétien generó un río de novelas magistrales en los siguientes ocho siglos que buscaban una salida al problema tal como él lo había formulado; no existe un gran novelista europeo que se haya mantenido al margen de esta cuestión.
La institución del avunculus resistiría un par de siglos más, hasta que el estado nación reclamase la autoridad frente a la nobleza feudal pero la literatura caballeresca se transformó en un bestseller europeo que romperá las reglas establecidas en la sociedad desde la irrupción del matrimonio cristiano.
El amor frente al matrimonio configura al fin una inmensa oda al espíritu libre, romántico, decía Hegel. El gesto de una mujer casada, mientras se desnuda delante de un hombre que no es el marido, ha pasado a la literatura como la voz de las heroínas clamando venganza en las tragedias griegas. En este caso, la mujer adúltera, pero enamorada, sabe más de la vida que las diosas de la Antigüedad perseguidas por Zeus. 

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