sábado, 23 de julio de 2011

ÉRASE UNA VEZ EL MAR

Desde mediados del siglo VIII, el mar Mediterráneo volvió a ser un laberinto como en tiempos de Ulises, pero esta vez un laberinto de la fe. Dos civilizaciones frente a frente, cada una de ellas con fuertes contrastes dentro de sus respectivos territorios: el islam, extendido por un territorio desde Marruecos a Indonesia, aunaba sus diferentes sensibilidades, sunnitas, chíitas, jariyíes, en un proyecto común basado en la voluntad suprema de Alá; la cristiandad, en su versión latina, se extendía por casi toda la actual Europa occidental y en esa época buscaba un nueva forma de gobierno tras varios siglos de invasiones de los pueblos germánicos que pusieron fin al Imperio romano en occidente. El mundo árabe era un mundo de caravanas, pero también de prósperas ciudades favorecidas por la irrigación y el uso de la moneda; el mundo europeo era un mundo de guerreros y de campesinos donde los hacendados agrícolas se troncaron en nobles regionales durante el gobierno de Carlomagno. De un lado, la leyenda de Sumbad el Marino,

 la poesía de Ibn Hazm y la mezquita de Córdoba; del otro, los espacios cerrados de los monasterios; el Apocalipsis de Beato de Liébana, el miniado de la Biblia y el arte románico. Pero el islam, de nueva cuenta, el que se percibe por todos lados pasado el año mil, era una civilización que se debatía entre la crisis política de la península ibérica debido a la fitna que enfrentaba a las familias de Córdoba y el florecimiento de los fatimíes de Egipto, en cuyos puertos recalaban las mercancías procedentes del Índico para ser distribuidas por el Mediterráneo, incluso en las ciudades del norte, de dominio cristiano, donde una nueva clase social daba muestras de una brillante imaginación para que el poder público aceptara el mundo de los negocios mercantiles.
Fueron años de prosperidad económica, se contemplaba con ilusión el crecimiento demográfico, el aumento de la producción agrícola, el desarrollo de las redes comerciales, el intercambio de las ideas científicas y el renacimiento cultural. Algunos escritores imaginaban un futuro capaz de conciliar las diferentes creencias presentes en la sociedad, hacer posible un mundo donde la tolerancia presidiera las relaciones entre las tres religiones del libro, la judía, la cristiana y la musulmana. Los mercaderes y los peregrinos planificaban viajes a lugares lejanos del propio país, como Santiago de Compostela, Jerusalén, La Meca o Medina, los centros de peregrinación de la época, en barcos recién construidos, un avance de la tecnología náutica que afectó al coste de los pasajes que, por su elevado precio, debían sufragarse con créditos sobre las propiedades agrarias o con la venta de ganado. Los poetas se fijaron en algunos héroes capaces de atravesar las fronteras culturales y religiosas sin menoscabo de su identidad. No había ni complejos ni sentimiento de culpa en la aceptación del otro. Prevalecía la confianza en el género humano. Los reformadores se disponían a demoler los vestigios de un sistema social arcaico que dividía a las personas en castas cerradas en razón de su nacimiento. Un amplio porcentaje de jóvenes ingresaban en las actividades urbanas o en la función pública, con la consiguiente mejora en las condiciones de vida. Quedaban atrás las luchas entre bandas rivales a comienzos de siglo por el control del agua y del territorio.

De repente todo cambió. La sociedad fue presa del desánimo, cuando no del miedo a la regresión. No sería la primera vez que ocurría una cosa así, ni sería la última. A menudo la esperanza se adelanta a la experiencia hasta el punto de que las diferencias pueden llevar a la ruina. ¿Sería así en este momento? ¿Podría suceder que las condiciones previas para el desarrollo quedaran simplemente en un proyecto malogrado?
Antes de analizar los motivos de la gran fractura que tuvo lugar en la historia mediterránea en el último tercio del siglo XI, sería bueno saber algo más sobre los hábitos de una sociedad que llevaba siglos viviendo en la tensión entre la civilización islámica y la cristiana. Aquí están, al cabo, las pruebas de todo lo que los pueblos del Mediterráneo perdieron cuando dejaron de entenderse para entrar en un conflicto sin solución aparente.

2 comentarios:

  1. Hola, una pregunta: Leí a un historiador de Occidente que situaba el nacimiento de la Edad Media, hacia el 800, una vez que los arabes se han configurado como potencia mediterránea y Carlo Magno se corona emperador. Con tus conocimientos, ¿crees que ese criterio es factible? Es decir, una Edad Media que no comienza con la caída del Imperio Romano de Occidente. Sinceramente no es una pregunta ociosa, es un tema que me interesa. Gracias, Juliopinomiyar

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  2. hola Julio, supongo que hablas del libro de Herni Pirenne, Mahoma y Carlomagno. Efectivamente los especialistas piensan que hay un periodo previo a la edad media tal y como la conocemos, que se llamaría antigüedad tardía en el que las estructuras políticas y sociales del Imperio Romano, así como el sistema productivo, eminentemente esclavista, sobreviven parcialmente.
    La expansión de los pueblos bárbaros por la geografía europea no termina hasta bien entrado el siglo VI donde ya podemos observar entidades políticas como el Reino Merovingio que empieza a distanciarse culturalmente de Roma.
    La tesis de Pirenne,con la cual estoy bastante de acuerdo, es que sin la irrupción del islam la historia de Europa habría sido diferente.
    Hay muchas teorías sobre la rápida expansión del islam entre el 622 y el 732 fechas de la Hégira y la batalla de Poitiers donde Carlos Martel logra frenar el impulso conquistador de los sarracenos. La que yo firmo es, como dijo Roberto Sabatino López, el sistema productivo.
    Para el islam todos los hombres son iguales, no puede haber esclavos que trabajen la tierra.
    Después del establecimiento de los árabes en la Península Ibérica y en el reinado de Pipino el Breve, padre de Carlomagno, se empieza a introducir un cambio en el sistema productivo cristiano llamado feudalismo que se basa en un pacto entre el poseedor de la tierra y un siervo libre que la trabajará y dará una parte al señor feudal como censo. Este es el nacimiento de la Edad Media.

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